Laura Jaramillo
Leonard Nimoy y su imperturbable personaje también se han convertido en claves para la comunicación |
Por lo general, somos muy informales
con las personas que conocemos. Nos valemos de la amistad o de la familiaridad
para quizás irrespetar o alterar los códigos de comunicación. Esto se puede
observar, incluso, entre desconocidos. Quizás sea por aquello de que somos un
país tropical y tratamos a cualquiera con confianza. Sin embargo, como dicen
los hermanos colombianos, jalarle al respetico no está mal de vez en cuando; ya
luego podemos relajarnos. Esto lo digo a propósito de los artículos sobre los
saludos.
Malaver dice que “es como
una falta ver a nuestra madre por primera vez en el día y decirle cualquier
cosa que no sea ‘La bendición, mamá’”. Será él, porque yo a mi cucha le hago un
saludo a lo indio, es decir, le levanto la mano y le digo: “Jao”, porque yo me
levanto con sueño y no tengo fuerzas para decirle: “Hola, mamá, buenos días”.
Cuando visitaba a mi abuela, y como ya casi no oía, al verla en las mañanas
solo tenía que cruzar los brazos en señal de bendición, y ella me hacia todas
las cruces que pudiera. Una maravilla.
Lamentablemente, cuando
hay visitas en la casa, me veo obligada a emitir esas palabras tan tediosas:
“Buenos días, fulano”, y lo peor es seguir el saludo preguntando: “¿Cómo
amaneces?”, o “¿Cómo dormiste?” Y por ahí se va la primera conversación del
día. Una vez más, como dicen mis hermanitos colombianos, ¡qué jartera!
En el mismo artículo, se
dice: “a mis hermanas las puedo pellizcar, gruñirles, alabar su incurable
escasez de belleza, pero jamás y nunca voy a insultarlas diciéndoles: ‘Buenos
días, vírgenes impolutas del silencio’”. Me parece muy bien, porque yo tampoco
insulto a mi hermano. Nosotros nos saludamos como los antisociales, con los
puños. No es que me agrade emular esas actitudes, pero prefiero eso a tener que
hablar al levantarme. A veces, muy rara vez, se me escapa un “¿Qué hubo?”, con
su respectivo movimiento de cabeza, pero eso pasa cuando me levanto “happy” por
haber soñado con George Clooney.
Es curioso cómo la gente
aprende a conocerlo a uno. Recuerdo que la puerta de la oficina donde trabajaba
tenía un vidrio, y todas las mañanas dos compañeras solo se posaban en la
puerta y me hacían el saludo de Mr. Spock. Otra maravilla. Pero cuando llegaba
la jefa, lo arruinaba todo.
Como verán, las manos son
muy útiles; y más en estos tiempos en los cuales hay que ahorrar hasta la
saliva.
Ahora sí, hablando ¿en
serio?, me parece que la buena educación está subestimada. Nos cuesta mucho
saludar respetuosa o diplomáticamente a las personas. Yo sé que hay ciertos
especímenes que nos caen como una patada en una pucheca, y preferimos voltear
la cara, ver pal piso o simular que revisamos el celular, pero con alzar la
mano como los indios y dibujar una sonrisa de Mona Lisa es más que suficiente.
Como dicen por ahí, lo cortés no quita lo valiente.
laurajaramilloreal@yahoo.com
Año V / N° CLXXXVI
/ 25 de diciembre del 2017
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