Edgardo Malaver Lárez
Misterio,
Sagrada Familia... Jesús, María y José, el trío sin el cual no habría Navidad. Foto del autor |
Sin
pretensiones de pasar a la historia por ello sino para poner en la imaginación
de la gente la escena que protagonizaron Jesucristo y sus padres la noche de la
primera Navidad, san Francisco de Asís, hace exactamente 800 Nochebuenas, creó y
legó al cristianismo una tradición que ha perdurado hasta el día de hoy en el
mundo entero. Y armó el pequeño “teatro” en una cueva de Greccio, Italia, con
personajes vivos probablemente para que el movimiento y las palabras aumentaran
la fe de los que presenciaran aquella mímesis del singular acontecimiento, a la
vez místico e histórico.
Aquella
escena, descrita escuetamente, incluso con divergencia de detalles, por los
evangelistas, recibe en la actualidad varios nombres: nacimiento, pesebre,
belén, portal, misterio. En cualquier conversación cotidiana
sobre la Navidad, estas palabras pueden parecer simples sinónimos, pero cada
una de ellas tiene su significado y, además, incluye elementos diferentes.
Nacimiento,
el término más genérico, hace referencia casi en exclusiva a, digamos, pocas
horas alrededor del parto de María. En la escena la vemos en actitud de
adoración hacia su recién nacido hijo, igual que José. Apenas los acompañan la
mula y el buey. Suele estar por encima de ellos el ángel que anuncia la noticia
a los pastores y los invita a adorar a Jesús, y los propios pastores que se
acercan junto con sus ovejas. A lo sumo, pero no siempre, aparecerán aquí los
reyes magos con sus camellos.
La música
popular menciona mil veces a estos personajes que se congregan para doblar las
rodillas ante Jesús. Incluso los animales están presentes para simbolizar la
sumisión de la naturaleza ante el creador de todo. En Venezuela hemos
disfrutado durante muchos años aquel villancico de Iván Pérez Rossi, “Corre,
caballito”, cantado por Serenata Guayanesa, que dice:
San
José y la Virgen, la mula y el buey
fueron
los que vieron al Niño nacer.
Así de escueto es el nacimiento. Y los animales son
infaltables, ausentes como el Niño de todo mal y todo desvío del corazón.
Y Simón
Díaz, en “El becerrito” (mejor conocida como “La vaca Mariposa”), incluso se
vale de animales para que protagonicen la historia del nacimiento de Jesús:
La
vaca Mariposa tuvo un terné,
un
becerrito lindo como un bebé [...].
Y los
pericos van y el gavilán también,
con
frutas criollas hasta el caney.
Más adelante dice:
La
sabana le ofrece reverdecer.
Los
arroyitos todos le llevan flores por el amanecer
El nacimiento se centra en Jesús, que es adorado por sus propios
padres y todas las criaturas que existen.
Por otro
lado, existe el término pesebre, que narra más episodios e incluye, por ende,
más elementos. Comienza más o menos en el momento en que el ángel Gabriel
anuncia a María que “ha alcanzado gracia ante Dios” y tendrá un hijo que
engendrará en ella el Espíritu Santo. Sigue con la visita de María a su prima
Isabel, también embarazada, el viaje desde Nazaret a Belén, la búsqueda de
alojamiento, el propio nacimiento del Niño, y luego también la llegada de los
sabios de Oriente, la huida a Egipto, poco más. El pesebre es, por tanto, más histórico-educativo,
más narrativo y más místico que el contemplativo nacimiento. Me gusta pensar
que es esta cadena de escenas la que san Francisco presentó ante el pueblo en
Greccio.
La palabra belén,
como es sencillo pensar, es una metonimia del lugar donde ocurrieron los
hechos. En la retórica clásica sería una sinécdoque. Se nombra el suceso por el
nombre del lugar donde sucede. Jesús nació en Belén, entonces, llamemos belén
a la escenificación de su nacimiento. Se circunscribe, ergo, a lo que sucedió
una vez que la Virgen embarazada y José llegaron a la ciudad natal de él, y ha de
extenderse sólo hasta el momento en que la familia sale huyendo hacia Egipto
para salvar a Jesús de la sentencia de Herodes.
En América,
por lo que parece, se difundió la costumbre de instalar belenes en casa o en
lugares públicos durante el reinado de Carlos III, que fue rey de España desde
1759 —pero que lo había sido de Nápoles y Sicilia antes, desde 1734— hasta su
muerte en 1788.
Nacimiento
con toques populares e infantiles. Foto del autor |
El cuarto término
es portal. Según mis observaciones, a no ser por las canciones de Navidad,
no se usa en Venezuela (pero uno nunca sabe). ¿Se habrá comenzado a llamar portal
a la escena del nacimiento a partir de la simplificación de la escena, es
decir, una especie de silueta de una casa bajo cuyo techo aparecían siluetas de
las figuras de la Virgen, de José y del pesebre donde dormía Jesús? También es muy
simbólico que el Hijo de Dios hubiera nacido en la puerta de la calle de una
casa ajena, en la entrada de una ciudad extranjera, en el portón de un establo.
Como símbolo, el portal ha cumplido su misión de abrigar la llegada al mundo de
un hombre que venía para ser puerta al cielo para los demás hombres.
La literatura
oral ha recogido ese sentido de una hermosa manera en el villancico anónimo “Alegría,
alegría”:
Alegría,
alegría, alegría,
Alegría,
alegría y placer,
que
esta noche nace el Niño
en el
portal de Belén.
Oigamos también en este punto el conocido villancico aquel
de Raphael: “El tamborilero”:
[...]
Ha nacido en el portal de Belén
el
Niño Dios
Yo
quisiera poner a tus pies
algún
presente que te agrade, Señor.
Mas tú
ya sabes que soy pobre también
y no
poseo más que un viejo tambor...
ro po
pom pom, ro po pom pom...
En tu
honor frente al portal tocaré
con mi
tambor.
La imagen del portal siempre viene acompañada con la alegría
y admiración de los más humildes, que caminan para saludar y ofrecer lo mejor
que tienen al hijo de María, la virgen.
Y este
personaje, María, y su virginidad nos traen al último término: misterio, precisamente
porque es un misterio, es decir, un hecho cuya razón de ser es incognoscible,
que, siendo virgen, María sea madre. El misterio se circunscribe a la familia mínima: incluye solamente las figuras de Jesús bebé, a veces sin pesebre siquiera, María madre y José protector. Los protagonistas, los imprescindibles, los que forman la familia que hará de Jesús un hombre de fe en medio de su mundo y de su cultura. (Algunos artistas los han representado en una sola estatuilla, unidos en un abrazo.)
Estoy
segurísimo de que san Francisco no necesitó imágenes ni actores ni teatro para sostener
su fe. Las palabras deben haber hecho la mayor parte del trabajo. El pueblo,
sin embargo, siempre quiere imágenes, y posee una imaginación tan extensa que, a lo largo de estos ocho
siglos, a ambos lados del Atlántico, y también más allá, dejando atrás Shanghái,
ha mezclado los elementos del escenario que armó el Pobre de Asís aquella lejana
noche del siglo XIII con otros momentos de la historia, ha añadido los que le han proporcionado los miles de
contextos de cada lugar, e incluso ha creado nuevos nombres para todo aquel escenario. Sobre todo ha
logrado con ello multiplicar su belleza y su rica y enriquecedora simbología.
Total, que
la Navidad también nos trae palabras. E imágenes que nos hablan. Y música que
nos arrulla, como a Jesús. Ojalá que hoy nos traiga, además, armonía. Feliz
Navidad.
emalaver@gmail.com
Año
XI / N° CDXXXIX / 24 de diciembre del 2023
EDICIÓN DE NOCHEBUENA
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