Ariadna Voulgaris
Así comienza todo con las jirafas: con la lengua |
Mi amiga
Alejandra no fue esta vez quien me lanzó la pregunta salvadora que me ha
inspirado en otras ocasiones a escribir sobre los nombres de los meses, sino
quien me obsequió con la respuesta. Ella misma se preguntó, investigó y se
respondió. “No podía esperar que Ritos atendiera mi caso”, me escribió.
Alejandra se preguntaba si era sensato dejarse influir por la “moda moderna” de
la gente dice setiembre en lugar de septiembre. Lo primero que me
vino a la sesera fue decirle: “¿Dónde oyes tú a los venezolanos decir setiembre?”.
Y me contestó: “Solo a los lactantes, pero en otros países como que está de
moda, ¿no?”. No lo sé, le dije, porque no lo sé, y estoy muy lejos. Y después
de mucho insistir yo, me confesó que tiene un admirador argentino que dice así
y la corrige como si fuera el profesor Jirafales.
La
primera de las fuentes que me envió es el artículo de Ricardo Roca al respecto,
aparecido en septiembre del año pasado en su página La Palabra del Día. Lo
leí con placer porque me tocaba escribir sobre eso para hoy, pero también vi ya
en mi bola de cristal el solitario destino que le espera al galán de la lengua.
En Cuba, España y algunos países de América del Sur es más frecuente la forma más
breve, según el artículo. Esos otros son Perú, Uruguay y... ¡Argentina! Lo doloroso,
para el pretendiente engreído, es que Roca dice que setiembre es “la
forma irregular” y “minoritaria” del nombre. ¡Ay, ay, ay...!
Comenta
también que muchos atribuyen a setiembre una mayor modernidad que a septiembre
(y es comprensible esa presunción, me dice el director de Ritos, porque
estas combinaciones dificultosas para la mayoría, como ps-, -st, -bs-
y otras, han ido desapareciendo del habla, de la escritura y, ergo, del
diccionario; por ejemplo, de psicología a sicología, de postguerra
a posguerra, de subscripción a suscripción). Sin embargo, por
lo que explica Roca, este “debilitamiento articulatorio” del sonido de la pe
está registrado ya en la Edad Media. O sea, bien antiguo que es.
Pero el
admirador de mi amiga va a sentir una herida en su orgullo cuando lea lo que dice
el Diccionario Panhispánico de Dudas de su amada pero, en apariencia, poco
consultada Academia Española:
septiembre. ‘Noveno mes del año’. Existe también la variante setiembre,
reflejo en la escritura de la relajación de la p en la articulación de
esta voz; pero en el uso culto se prefiere decididamente la forma etimológica septiembre.
Lo que
no he dicho es que las dos palabras son válidas según el lugar donde las
usemos. Al César lo que es del César. Nada del otro mundo. Más curioso se me hace
a mí el hecho de que en latín SEPTEMBRIS no era el ‘séptimo mes’ (ah, los hablantes
que pronuncian setiembre también pronuncian sétimo), como sería
lógico, porque en realidad es el noveno. Esto se debe a la modificación que se hizo
en el siglo IV antes de Cristo, cuando enero y febrero, de sus posiciones como
undécimo y duodécimo meses del año, pasaron a la primera y segunda, respectivamente.
Este es
el tipo de cosas con que la lengua lo enamora a uno (o a una). Hasta para enamorar
hay que estudiar un poquito. Al menos, es más erótico. Alejandra, amiga, date
cuenta.
ariadnavoulgaris@gmail.com
Año IX / N° CCCLXV / 6 de septiembre del 2021
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