Werner Jaeger, autor de Paideia,
los ideales de la cultura griega (lit.: M. Liebermann) |
Hablando
de Andrés Bello en la edición del 13 de enero de este año, Edgardo Malaver,
nuestro director, escribió que la educación era la que garantizaba el
crecimiento honroso de los ciudadanos. Es verdad. Lo que me incita a escribir
esta vez es que inmediatamente pone un paréntesis en que cambia el término por
uno, según él, más preciso y dice paideia.
También es cierto, pero no es todo.
Para
este momento, ya he comentado con Malaver lo que pensaba refutarle, y por lo
que me ha dicho entiendo que tenemos la misma visión, así que ya no puedo
pelear, pero de igual modo vale la pena decirlo.
Digo
que no es todo porque la palabra griega paideia
no puede traducirse fácilmente a los demás idiomas. Sucede como con otras
palabras que nadie logra traducir con precisión y entonces utilizamos la misma
que en el idioma original. Por ejemplo, saudade,
tsunami o scanner. La idea de paideia de los griegos antiguos no abarcaba
únicamente la educación. Era todo lo que entrara e hiciera falta en la
formación humana, intelectual, cívica, artística y espiritual del niño y
también del hombre adulto.
Ya
lo dijo Werner Jaeger en su monumento de obra titulada justamente Paideia, los ideales de la cultura griega
(1933):
Es imposible rehuir el empleo de
expresiones modernas tales como civilización, cultura, tradición, literatura o educación. Pero ninguna de ellas coincide realmente con lo que los griegos
entendían por paideia. Cada uno de estos términos se reduce a expresar un
aspecto de aquel concepto general, y para abarcar el campo de conjunto del
concepto griego sería necesario emplearlos todos a la vez.
En
el mundo griego antiguo, el ideal era que todo hombre bien educado (que no de
otro modo era realmente digno del nombre de griego) tenía que ser capaz de
todas las artes y las ciencias, de todos los oficios y todas las empresas:
política, agricultura, aritmética, esgrima, comercio, filosofía, teatro,
atletismo, gramática y poesía.
En
conclusión, considerando que Andrés Bello era propiamente, en términos de
Platón, un espíritu de oro, un auténtico intelecto helénico, una paideia en sí
mismo, es verdad que su obra tendría que influir en todos nosotros y en muchas
generaciones futuras. De hecho, ha estado influyendo desde sus tempranos
tiempos caraqueños.
“Y
en forma de paideia, de ‘cultura’”, dice Jaeger, “consideraron los griegos la
totalidad de su obra creadora en relación con otros pueblos”. La medida más
cierta de este hecho es que el Imperio Romano concibió su propia misión en
función de la noción de cultura de los griegos. “Sin la idea griega de la
cultura no hubiera existido la ‘Antigüedad’ como unidad histórica ni ‘el mundo
de la cultura’ occidental”.
Imagínense,
sin paideia, no habría Torre Eiffel ni Canal de Panamá ni Independencia de
Sudamérica. Sin paideia, nuestra mente colectiva transitaría aún la Edad de los
Metales.
adiadnavoulgaris@gmail.com
Año VII / N°
CCLXXXIX / 3 de febrero del 2020
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