Carlos
Alcántara, en la realidad y en la ficción protagonista de la serie Asu mare |
Otra vez me encuentro rodeado del
español de Perú... o como dicen aquí, del Perú. Bueno, en realidad no sé. Hace
dos años, cuando viene por primera vez, sí me sentía mucho así, pero ahora en
todas partes me voy encontrando también lo más bonito y lo más repugnante del
español de Venezuela. Pero pretendo hablar de lo que es nuevo para mí, que es
el español... del Perú.
Hace dos años, me llamó la atención una
especie de interjección que usaba todo el mundo y que al principio a mí, neófito
en la música de esta habla nueva, me sonaba sólo como “¡Asu...!”, que algunas
veces era sucedida por un casi ininteligible “¡mare!”. Después de unos días la
vi escrita en la televisión como título de una comedia: “Asumare” y después
comencé a oír “Asumadre”. Entonces lo comprendí todo. Querían decir: “¡Ah, su
madre!”. Era una simple mentada, pero guardando las formas, una vulgaridad
decente para expresar sorpresa o asombro.
También hace dos años, me explicaba mi
amigo Douglas Méndez que observaba que la gente de cierto nivel educativo podía
darlo todo con tal de no decir “lisuras”, que es como llaman los peruanos las
groserías. Los dos pensamos que eso podía ser un vestigio de la conducta
colectiva de virreinato, pero tiene que haber otras causas. Por ejemplo, entro
en el ascensor de un edificio de residencias y leo: “Está prohibido miccionar
en el décimo piso”. Los niños en edad escolar no acostumbran decir siquiera orinar, pero los mayores de 35 años me
dicen que cuando ellos estaban en primaria no decían miccionar.
¡Ah, su madre! Hay entonces, como en
todas partes, gente queriendo cambiar las cosas de la lengua desde arriba o
desde la derecha o desde afuera, en lugar de disfrutar lo que viene de adentro.
Alguien anda por ahí, también aquí, diciéndoles a los demás, sin sustentación
sólida, lo que no deben decir. Gracias a Dios, no todo el mundo obedece. A
veces parece más que otras veces que el arbitrario fuera el hablante más que el
signo.
La economía del lenguaje un día hará
que no se diga la expresión ¡ah, su
madre! completa sino simplemente ¡asu!
Algo así ha sucedido en Venezuela con naguará,
por ejemplo. Lo fascinante de todo esto es que no importa dónde uno vaya,
siempre va a encontrarse con la lengua, y siempre será ella la que le enseñe a
uno el rostro el pueblo al que fuere.
emalaver@gmail.com
Año VI / N° CCXLIII
/ 15 de enero del 2019
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