Ariadna Voulgaris
Como buena enredadera, el español sigue creciendo en América |
Lo primero
que he de decir sobre la etimología del nombre del presente mes es que, según
la fuente que uno consulte, o es muy aburrida (como la de otros meses de los
que hemos hablado este año) o demasiado complicada. En unas dice, escuetamente,
que es derivación de OCTOBER, ‘octavo
mes’ en latín; pero otras enrevesan la cosa de tal manera que uno pierde el hilo (y,
como saben, la tradición no me permite ese lujo). Además, desde el mes de FEBRVARIVS
estoy esperando para hablar de OCTOBRIS, porque es una palabra que
me atrae y resulta que es la menos frecuente en la bibliografía. Así que este
mes, no vamos a entretenernos con la etimología.
¿Qué se
celebra en octubre que tenga que ver con la lengua española? Pues, lo único que
encontré en mi calendario de mesita de noche fue el Día de la Raza... oh,
perdón, el Descubrimiento de América... ¿Tampoco? Llamémoslo entonces Día de la
Lengua Española en América. El 12 de octubre de 1492 sucedió un hecho que
habría de salvar a España de aquella mala idea de Isabel la Católica de expulsar
a los árabes y los judíos de su territorio (a menos que quisieran convertirse
al cristianismo). Error porque esa medida cortó con sus propias tijeras un
flujo de dinero que mantenía al reino a flote. Y ya saben ustedes de la
adicción de los reyes al dinero. (Perdón, no logro derrotar mi tendencia a la
generalización.)
Ese
mismo año, unos meses después, un italiano que había logrado el apoyo de la
reina llegó a las costas de América y declaró aquellas tierras (que él no sabía
que eran tan grandes como son) propiedad del Estado español. Y con esto, sembró
en ese suelo una enredadera que se expandiría por todo el continente (y como
buena enredadera, sigue creciendo hoy). El idioma de Castilla, de la reina y del
pueblo, se apropió de los territorios de América del Norte (eso fue después que
ahí se habló inglés, pero, otra vez, ahora cada día se habla más español), de
América Central (hasta en Belice se habla español), de América del Sur (toda la
costa caribe, la pacífica y la mitad de la atlántica) y de la América antillana
(tres de las cuatro islas más grandes hablan español).
Mañana
en la tarde, cuando los que viven cerca de la playa oigan a un loco gritando “¡Tierra,
tierra!”, sepan que es la primera palabra castellana que oímos de aquel lado del mundo y hagan espacio en
sus muelles para tres barquitos con nombres de mujer. Ah, y simulen, al recibir
al capitán, que hablan latín, para que esta vez no crea el pobre que ha llegado
a Japón.
Mañana,
para contradecir a un mar océano de gente inconforme, sí habrá algo que
celebrar. Mañana vamos a celebrar la llegada del idioma español a la tierra donde
mejor se alimentaría y donde fructificaría más allá de lo imaginable.
ariadnavoulgaris@gmail.com
Año IX / N° CCCLXIX / 11 de octubre del 2021
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