martes, 15 de septiembre de 2020

Tonto y atónito [CCCXVI]

Ariadna Voulgaris

  

Un número de la revista Thor en 1962


 

        Después de escribir la semana pasada el artículo sobre la idiocia y la imbecilia, se me metió en la cabeza la idea de escribir durante varios lunes (aunque ya hoy es martes) sobre algunos insultos.

        Y esta semana le toca a tonto. Es un insulto bien tonto, ¿no creen?, es como lo mínimo que hay en insulto. De tonto para abajo, es chiste, me imagino. Si fuéramos un poquitín más tontos, quizá, podríamos hacer con tonto lo que han hecho muchos imberbes con marico, que dejó de ser un tratamiento despectivo más bien fuerte para ser, según mucha gente, hasta cariñoso.

        Entonces, mejor me dejo de tonterías y digo por fin la tontera que vengo a decir. La palabra tonto como que proviene de atónito, o, mejor dicho, de atonitus, que, según gente que sabe de latín, es el participio de attonare. Attonare (ad + tonare) significaba ‘producir un gran ruido’, como un trueno (imagínense ustedes que Thor parece que es descendiente de él). Quedar atónito, como sabe todo el mundo, es quedar como pasmado, como paralizado por una impresión muy grande. Imagínense los ojos redondos y la boca abierta.

        En alguna parada del camino, quién sabe si entre la Edad Media y el Renacimiento, el descuidado atónito perdió una sílaba y mas tarde, su esdrujulez inspiró a los hablantes de la Madre Península a ir borrando la i. “¡Hombre, que cuatro sílabas es demasiao pa el calor que hace aquí!”, me los imagino diciendo.

        Y, bueno, así más o menos debe haber llegado a nosotros esta palabra, a la que después los hablantes de las España y los de las América comenzaron a atribuir significados insultantes o peyorativos. Me imagino que en aquellas mentalidades, el tonto tenía la cabeza tan hueca que podía hacerse un ruido como un trueno si se le golpeaba. Me quedo atónita.

        Y no lo quería citar porque muchos lo hacen, pero es la prueba perfecta de lo que luce: en esa época, Sebastián de Covarrubias escribió en 1611 que el tonto no es “furioso” como el loco, pero “el tonto tiene vacía la cabeza, por carecer de entendimiento, el cual en él es redondo, en oposición a los que tienen buen entendimiento, que llamamos agudos”.

       

ariadnavoulgaris@gmail.com

 

 

 

Año VIII / Número CCCXVI / 15 de septiembre del 2020

 

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