Edgardo Malaver
Una estudiante de primer año me prestó
hace unas semanas un libro suyo que yo estuve curioseando mientras ella respondía
un examen: No más de una cuartilla.
Trescientos ensayos (Alfa, 2009), de Manuel Caballero.
Desde el primero de estos ensayos, el
autor se ciñe a esta norma expresa en el título. Y en el mismo primer ensayo
explica que, aunque un ensayo expresa y argumenta una idea, una opinión, una
visión sobre un asunto, es posible la brevedad. Expresar y argumentar, dice, porque en el género del
ensayo, que es el género del pensamiento, no vale “jamás esconderse tras aquello
de ‘esa es mi opinión y punto’”.
Leí con emoción ése y muchos de los
textos de este libro —que he de devolver mañana a las 8:00 de la mañana— porque
eso intentamos hacer en Ritos de Ilación.
Esa “norma” de Caballero y que sean 500 palabras o poco más lo que se escriba
cada semana es lo único que se nos exige a los autores de Ritos.
Y esta lectura, a veces deliciosa, a
veces dura, me trae a la memoria la archiconocida (pero jamás suficientemente
trillada) sentencia de Baltazar Gracián en Oráculo
manual y arte de prudencia (1647): “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Y
eso no es todo: sabiamente, como siempre, agrega Gracián: “Y lo malo, si poco,
menos malo”. Que se nos haga verdad.
emalaver@gmail.com
Año V / N° CXCIV / 19 de febrero del 2018
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