Edgardo Malaver
¡Estamos de cumpleaños! Ritos de Ilación llega hoy a su quinto aniversario. La alegría
de la fecha es de todos los que palpitan cada semana con nuestro trabajo, que
es más bien un placer: los que escriben, los que nos escriben, los que nos leen,
los que nos difunden, los que nos comentan, los que nos corrigen, los que nos
recuerdan, los que no nos olvidan, los que nos esperan... los que queremos tanto.
Julio Cortázar vivió la mitad de su vida en las extranjias |
Otra vez el español de
Colombia. Esta misma semana estaba
prendido el televisor en mi casa y pasaban un programa colombiano llamado “Tu
voz estéreo”. Es una serie protagonizada por dos periodistas que tienen un
programa de radio en el cual entrevistan a gente que viene a contar sus historias,
que a veces llegan a convertirse en tramas que involucran a los entrevistadores;
a veces también, son ellos, los entrevistadores, quienes terminan resolviendo los
dramas familiares, las disputas entre amigos, los crímenes que la policía desdeña.
Esta semana pasaron un
capítulo en que una mujer de unos 50 años, aparentemente con pocos estudios, quizá
procedente de un ambiente rural, contaba que su hija de 18 años, en un abrir y
cerrar de ojos de ella, había desaparecido de su casa. Un vecino apareció de
repente contando que la había visto de la mano con un muchacho en otro pueblo.
La madre no quería creer aquella versión, porque sabía que su hija le habría
contado primero a ella y, además, porque el único muchacho con quien la niña
había salido alguna vez, era uno cuyos padres “se habían llevados para las extranjias”.
“¡Las extranjias!”,
exclamé yo, mudándome para más cerca del televisor, a pesar de las mil
ocupaciones que tenía. “¡Qué palabra! Cuando yo era pequeño, necesitaba esa
palabra. ¡De ahí tiene que venir los extranjeros!”.
¿No les parece, como dirían los franceses, la perla de las palabras?
Naturalmente, cuando
apareció la muchacha, que había sido secuestrada por el vecino —¡y yo lo
adiviné, ¿eh?!—, corrí al diccionario. Lo primero que descubrí en la Academia es
que lo registra como extranjía y lo
segundo, que no la define, sino que remite a extrajería: ‘condición del que vive en un país extraño’; ‘sistema
de normas que regulan la permanencia de los extranjeros en un país’, y ‘conjunto
de los extranjeros’). Extranjias, en
plural, sin tilde y como nombre de un lugar, no aparece. Aparece la expresión de extranjía, como locución adjetiva coloquial
que significa ‘extranjero’, pero también ‘extraño’ e incluso ‘inesperado’.
No me parece que haga
falta mencionar los argumentos de los que creen que se escribe con ge, pero la
existencia de esta discusión confirma el dato de que es una expresión
coloquial. Ya antes ha publicado Ritos
alguna reflexión acerca de la pluralización que hace el pueblo de los nombres
de lugar, y esto también concuerda con la coloquialidad.
Laura Jaramillo y Adrianka
Arvelo tendrían que estar fascinadas con esta palabra, que bien puede resultar
una señal de mi ignorancia. Ya veo a Luis Roberts escribiéndome mañana para
informarme sobre su origen, uso y variantes desde que el mundo es mundo. Yo,
mientras tanto, cual Cortázar del siglo XXI, me siento feliz descubriendo el
mundo por primera vez después de viejo. Y pensando y pensando en esta nueva palabra
vieja, siento que es una lástima que me incomode tanto viajar, porque, con
semejante nombre, me encantaría ir a menudo a las extranjias.
emalaver@gmail.com
Año VI / N° CXCV / 25 de febrero del 2018
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