Laura Jaramillo
Una tarde calurosa de
abril, recibo la llamada de la vecina fufurufa,
aquella de Barquisimeto, a quien de cariño le digo Fufu,
preguntando a modo de recocha: “Buenas tardes, ¿Peluquería Puchecas Apretadas?”.
Por supuesto que mi reacción fue una estruendosa carcajada.
Pues bien, la Fufu y
yo, como siempre nos la pasamos echando varilla, más bien recochando,
desde esa hermosa tarde ‘abrilera’ vivimos haciendo chistes sobre las puchecas:
que si puchecas caídas, puchecas asustadas, puchecas que dan vueltas, puchecas
arriba, puchecas abajo, puchecas alegres, puchecas tristes, puchecas
acaloradas, puchecas con frío y cualquier otra que se nos ocurra. Tanto la
vecina como yo somos asiduas a la programación colombiana, así que compartimos
el mismo código de comunicación.
Como cosa rara, esos
colombianos hacen uso espectacular de su lengua, y tienen esta palabra que para
mí es magnífica, porque es un neologismo, es decir, que el DRAE aún no la
registra, al igual que fufurufa y recocha, aunque
estas dos últimas sí las registra el diccionario, pero son casos de neologismo
semántico.
Así como los colombianos,
también me gusta inventar, y al igual que en el caso de fufurufa,
les quiero indicar el significado de puchecas, a través del título
de un libro ampliamente conocido, escrito por el colombiano Gustavo
Bolívar: Sin puchecas
no hay paraíso.
laurajaramilloreal@yahoo.com
Año II / Nº XLI / 26 de enero del 2015
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