lunes, 27 de mayo de 2024

¡Ay, foj...! [CDLXII]

Edgardo Malaver



¡Foj...! ¿Fuiste tú, Dinamarca? Richard Burton como Hamlet 
en 1954. Foto: Getty Images



¿A ustedes no les huele mal? ¿Qué dicen cuando sienten un mal olor? ¿Qué exclaman si es muy fuerte o si aparece repentinamente? Existe toda clase de metáforas para ese momento, la creatividad lingüística de la gente no cesa, y aumenta cuando se trata, por ejemplo, de las imágenes escatológicas, pero existe una expresión, sorprendentemente sencilla, para el desagrado que revela y retrata ese desagrado con fidelidad y que se mantiene en algunas zonas del mundo de habla española. Es una sola sílaba, pero qué expresiva y delatora es cada vez que sale de nuestros labios fruncidos y narices arrugadas por un mal olor. Aunque ahora sé que tiene variantes, yo creí oyendo exclamar, en casa y fuera de ella, ¡Fos!, ¿a ustedes no les huele mal?

En realidad, la pronunciación más precisa sería foj, como dice el título, pero tocaba ser un tanto formal en el primer párrafo. Y quizá sería esta la pronunciación, digamos, intermedia entre otras dos que aparentemente representan, como veremos más adelante, dos extremos de “fineza”. Hasta ahora he encontrado, en la lengua hablada y en la bibliografía, las formas fo y fos. Esta última es la que con frecuencia adopta una forma más “popular”, que es foj.

Buscando bibliografía para el artículo de esta semana, me sorprendió que la primera fuente a la que acudí para estudiar la palabra fos, el diccionario de la Academia, no la tuviera. Fue la primera campana que me insinuó que podía ser un venezolanismo. La Academia tiene solamente fo, y ciertamente pone que es un venezolanismo, aunque sea hasta cierto punto: 


fo, 1. interj. U. para expresar asco. 2. interj. coloq. Ven. U. para indicar desaprobación o rechazo. hacer fo, o el fo, a alguien, 1. locs. verbs. coloqs. Col., Cuba, R. Dom. y Ven. Tratarlo con indiferencia o con desaire, no prestarle la debida atención.


Mis amigos caraqueños se están diciendo en este momento, mientras leen, que así es como se debe decir. Yo soy de allende el mar y me pregunto cómo Cuba y República Dominicana están mezcladas aquí con países continentales. Así que sigo buscando y, a pesar de la falta de pistas de cualquier tipo del diccionario, me tropiezo con el “Tesoro de los diccionarios de la lengua española” que ofrece la propia página de la Real Academia. Dentro de ese acertadamente llamado “Tesoro”, se me presenta el Diccionario histórico del español de Canarias. Y siento que entre insulares nos vamos a entender mejor. Dice el DHEC, entre todo lo que dice:


fo(s), foj. interj. Indica asco cuando se percibe mal olor.


Entre los muchos autores que menciona y que registraron la interjección está Benito Pérez Galdós, que lo escribe fos, y Fernán Caballero, que lo dice sin ese. Pero nada como el testimonio de los hermanos Luis y Agustín Millares en su obra Léxico de Gran Canaria, de 1924:


Fó! Magnífica interjección, importada de Cuba por nuestros indianos. Bonafoux asegura que es de uso frecuente entre los negros de Puerto Rico. No hay canario que, al percibir un olor desagradable, sobre todo de humana procedencia, deje de protestar con la típica interjección isleña ¡Fo! Las personas finas le añaden una ese; algunas dos eses: ─¡Fos! ¡Foss!


¡Caramba, la gente fina! Entonces, el foj que he pronunciado toda la vida es coloquial. Claro que sí lo es. No es una palabra muy delicada ni musical: pero yo hablo del español de América, y este diccionario, del de España. Y han pasado 100 años del comentario de los Millares. Las “personas finas” de este lado del océano en la actualidad no deben tener, digo yo, los mismos escrúpulos lingüísticos de las de aquel entonces en Canarias.

El diccionario también dice que fo, o cualquiera de sus variantes, se usa en Andalucía. Y agrega que podría ser un derivado de las interjecciones plenamente castellanas ¡pu!, ¡puf! o ¡uf!, dejando implícito que estas tienen la misma connotación de asco.

Yo tengo una tía, cuya frase más frecuente es A fulana todo le hiede y nada le huele. (Ya saben ustedes que hay quienes, siendo bien populares, dirían jiede.) Buena condensación para describir a aquellos que parecen tener un radar de lo que se está descomponiendo... o ya está descompuesto. La lengua es habilísima para dejar esos rasgos al descubierto, sólo hay que estar atento, y a veces ni siquiera eso. Quizá una primera señal, quizá la más clara, es que a diestra y siniestra dicen: “¡Foj...! ¿A ustedes no les huele mal?”. Y eso puede significar que todo les molesta, nada los complace. Y puede ser gente que huele muy bien.

La verdad es que la interjección fo y sus variantes, en apariencia tan poco visibles, en apariencia tan insignificantes, en apariencia tan repelente, resulta ser muy atractiva y está rebosante de información pragmática, rasgo que normalmente no se les atribuye a las interjecciones. Sí, la lengua revela más con las palabras más breves.


emalaver@gmail.com




Año XII / N° CDLXII / 27 de mayo del 2024


lunes, 20 de mayo de 2024

La de, puerta y arco [CDLXI]

Ariadna Voulgaris



Delta del río Orinoco, en su camino hacia el Atlántico




No fui a Chiguará. Recordarán que la noche en que llegué a Mérida, hace una semana, mientras cenaba, oí una conversación de otra mesa en que hablaban de este pueblo andino, y quise ir. Al amanecer de la mañana siguiente, recibí una llamada de mi trabajo y tuve que quedarme en el hotel... trabajando. El segundo día tuve que volver a Valencia, donde tenía material que necesitaba para hacer el trabajo. Sin embargo, el recepcionista de la primera noche me habló extensamente de un escritor importante en la literatura venezolana que nació en Chiguará, Antonio Márquez Salas, que ahora deseo mucho leer, ya les contaré.

Hoy les traigo datos de la letra de (o d, o D, como quieran), que ahora es la cuarta del alfabeto español, pero ocupa el quinto lugar entre las que encabezan más palabras. Con de comienzan 5.793 palabras de la lengua española, 6,58 por ciento.

Esta letra, por lo que me dice una enciclopedia que tiene Alejandra en su casa, Monitor, fue creada por los ilustres sabios egipcios. Leo en Internet que el ideograma de los egipcios era triangular, ya que representaba la puerta de las tiendas de campaña, pero en la enciclopedia hay un dibujo que la hace parecer la puerta regular de una casa contemporánea. Además, parece también una de minúscula de la actualidad, que se supone que crearon los romanos siglos después.

El signo de los egipcios, pues, se “triangulizó”, deduco yo humildemente, cuando lo adoptaron los fenicios, que lo llamaron dalet, “puerta”, y los hebreos, después, hicieron lo mismo. Para cuando el dichoso dibujito llegó a territorio heleno, se convirtió un triángulo de lo más sencillo y equilátero que podían trazar y que ellos llamaron delta. Por ese camino llegó a Roma, donde le inventaron, como ya dije, la forma minúscula (que no entiendo por qué algunos especialistas dicen que apareció a causa de la escritura a mano de la mayúscula). De la mano de los romanos llegó a España y en aquel barquito de Colón se vino para América. Esa es la herencia que hemos recibido nosotros, los que hablamos español donde lo hablemos.

Monitor explica que la pronunciación de la de en la terminación de los participios y otras palabras fue haciéndose cada vez más relajada con el tiempo, y que en muchas regiones no se pronuncia. (Yo hubiera dicho, y el profesor Malaver me apoya, que era en todas partes, siempre que esté uno amparado por el contexto familiar, amical, informal.) Ese debilitamiento fonético dio como resultado la evolución de palabras latinas como pater a padre, de catena a cadena, de peccata a pecado. En otros casos desapareció, como en paradiso, que nosotros decimos paraíso, o radix, que convertimos en raíz.

Además de la historia, existen unas cuantas curiosidades relativas a la letra de. Por ejemplo, D. (mayúscula con punto) es la abreviatura de la fórmula de tratamiento don. En la numeración romana, la de mayúscula representa el 500. En música, los compositores de habla inglesa utilizan la D en lugar de nuestra muy reconocible nota re. En la historia del siglo XX, de Día D fue el día en que comenzó el desalojo de los nazis de Europa. En química, la delta es el símbolo de calor. Con esta cálida letra comienzan sustantivos que nombran conceptos importantes y entrañables para nuestra cultura: Dios, democracia, dulzura, y también conceptos desastrados y sin defensores, como deuda, desastre, dolor.

Como todas las demás, la de tiene diversas funciones, diversas significaciones y diversas historias detrás de ella. Su sencilla forma de arco de flecha sin tensar, recta y curva al mismo tiempo, que desde nuestro ángulo poco tiene que ver con la idea de una puerta, pero que puede abrir un camino, o marcar un punto hacia el cual caminar, una dirección, nos trae a la mente una claridad como la de la didáctica, como el dominio de las emociones, como la diestra mano que invita al conocimiento. Conocerla mejor con toda certeza nos comunicará mayores placeres en el uso de nuestra dichosa lengua.

Otro día —ya no tengo certeza de la fecha—, seguiré con el quinto capítulo de esta hermosa historia. Mañana regreso a Atenas.


Valencia, 27 de abril del 2024


ariadnavoulgaris@gmail.com




Año XII / N° CDLXI / 20 de mayo del 2024


lunes, 13 de mayo de 2024

Esteban de Jesús y Estelita del Llano [CDLX]

Edgardo Malaver Lárez

 

 

 

La zorra y el cuervo. Ilustración de Arthur Rackham
para una edición de las fábulas de Esopo en 1912

 

 

         Como todo en la vida, la lengua tiene lo que podemos llamar sus ventajas y desventajas. Nos permite comunicarnos, pero al mismo tiempo es también fuente de discordias y desencuentros; con ella hablamos de amor, alabamos a Dios y sanamos las heridas de nuestros seres amados, pero al mismo tiempo nos pone trampas para que insultemos a nuestros amigos, para maldecir y para humillar a nuestros padres. La lengua es el clavel de nuestro jardín y la herida purulenta en nuestro costado. La lengua es lo mejor que tenemos y lo peor que tenemos, diría Esopo.

         En el nivel pragmático de la lengua, es decir, en lo que atañe a la comunicación efectiva, a cómo se convierte en hecho en la vida cotidiana, si es que llega a hacerlo, aparece a veces el obstáculo de que uno puede desear decirle a alguien algo que no desea que una tercera persona, también presente, escuche o al menos entienda. Es un obstáculo para la cortesía, sobre todo. Puede nacer en ese momento un conflicto si llamamos las cosas por su nombre y eso termina afectando la imagen positiva que tiene el tercero de sí mismo. Y en ese momento viene la imaginación en nuestro auxilio. Todos hemos oído a alguna madre hablar con una prima o una amiga frente a su niño que, aunque pequeño, está en capacidad de entender lo que se dice —¡y los niños siempre estamos atentos a la voz de nuestra madre!—, y cuando va a mencionar un detalle delicado, dice: “Lo que pasa es que el que te conté no puede ver la cebolla ni escrita ni pintada”. Es, ya sabemos, la alusión más clara que conocemos en español. Uno casi nace conociéndola, pero las madres siguen usándola.

         Existen otras mil formas de hacer eso, a veces en broma, otras para evitar avergonzar al otro (o para avergonzarlo), e incluso, cuando ya todos saben a qué o a quién se refiere uno, simplemente para mencionar al otro con humor. Sin embargo, no conozco forma más graciosa de hablar de alguien sin mencionarlo que los venezolanísimos Esteban de Jesús y Estelita del Llano. Estos dos nombres son simplemente eufemismos con apariencia de nombres reales, por lo menos posibles, equivalentes a este y esta, que pueden sonar bastante descorteses si uno los usa delante de los aludidos. Deben haber sido ingeniosos al principio —quién sabe cuándo sería—, pero hace mucho tiempo que ya todos sabemos a quiénes se refieren.

         También durante mucho tiempo he pensado que el “epíteto” Estelita del Llano tendría que haber nacido de la fama que en algún momento tuvo la artista venezolana conocida con ese nombre. Es comprensible que haya sido desde entonces la fachada del pronombre esta cuando el chismoso sentía el peligro de ser descubierto hablando de una mujer en su cara. Sin embargo, nunca antes supe si había aparecido antes la artista o la expresión. Y como no tenía noticias de ningún famoso llamado Esteban de Jesús, siempre pensé que la versión masculina del “apelativo” simplemente derivaba de su semejanza con una forma frecuente de poner nombre a los varones en Venezuela.

         A pesar de esto, uno hace bien en no darlo todo por sentado, y hoy que pensé en escribir sobre ese fenómeno, descubro, primero, que Estelita del Llano es un seudónimo y, después, que Esteban de Jesús era el nombre real, aunque yo no había oído nunca ni una sílaba sobre la persona que lo llevaba.

         La cantante y actriz venezolana Estelita del Llano en realidad se llama —porque aún vive— Berenice Perrone Huggins, y nació en Tumeremo el 28 de septiembre de 1937. Cantó por primera vez en público en 1960, en un concurso radial, que ganó y después del cual la emisora hizo una encuesta para ponerle seudónimo a la nueva artista. Desde entonces grabó 21 discos de boleros que ahora son conocidísimos en toda América Latina. En 1996 formó un exitoso grupo con las célebres Mirla Castellanos, Mirtha Pérez, Neida Perdomo, Mirna Ríos y Floria Márquez y con ellas recibió el Premio Casa del Artista al cantante del año. Hasta la primera década del siglo XXI estuvo activa en la música y la televisión, siempre fiel al género que la llevó a la fama, el bolero.

         Mientras tanto, el boxeador puertorriqueño Esteban De Jesús, nacido en Carolina el 2 de agosto de 1950, andaba buscando y conseguía la oportunidad de enfrentarse al legendario campeón panameño Roberto Durán, apodado Mano e Piedra, que no había perdido un combate en toda su carrera. El 17 de noviembre de 1972 De Jesús se convirtió en el primer hombre que logró derribar y vencer a Durán. Su nombre tiene que haber cubierto cientos de metros de papel periódico en aquellos días y en los años siguientes, cuando los dos peleadores volvieron a enfrentarse en Panamá y en Las Vegas. De Jesús murió de sida en 1989 mientras cumplía una condena a cadena perpetua por homicidio con el agravante del consumo de heroína. Durán estuvo entre los pocos que fueron a despedirse de él días antes del final.

         Todo esto me hace concluir que Esteban de Jesús y Estelita del Llano, sobre todo por sus coincidencias fonéticas, pueden haber surgido en la época de mayor popularidad de la cantante y el atleta: los años 60, 70 y 80. Quién sabe si se utilizaban antes (o si brotaron simultánea o consecutivamente), pero con semejantes historias detrás, palidecen las otras hipótesis. Si me equivoco, ojalá que aparezca pronto quien me corrija.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDLX / 13 de mayo del 2024

 

lunes, 6 de mayo de 2024

(La che, peregrinación de una paria) [CDLIX]

Ariadna Voulgaris

 

 

 

Flora Tristán, autora de Peregrinaciones de una paria (1838)

 

 

         Después de pasar cuatro días en casa de los abuelos de Alejandra, ahora acabo de llegar a Mérida. Es de noche. Espero que me sirvan la cena en un restaurant cerca del hotel. En una mesa detrás de mí los comensales, padre, madre e hijo de unos 15 años, conversan sobre el lugar al que viajarán mañana. El lugar se llama Chiguará, que, según Google Maps, está a 51,145 kilómetros de mi mesa. Por lo que dicen, comienzo a enamorarme.

         Este nombre me seduce de tal manera con su sonoridad tan hermosamente indígena y terráquea que me decido a desviar mis planes por segunda vez en estas vacaciones. Será un paréntesis, el primero, en esta historia que estoy contando porque en realidad hoy pensaba escribir sobre la letra de, pero, por la emoción con que hablan de Chiguará junto a mí, voy a hablar de la che.

         Es bastante más sencillo de explicar por qué esta letra (con la cual comienzan 4,24 por ciento de nuestras palabras) ya no tiene su propia sección en el diccionario que enseñarle a un niño cómo usar la ce delante de cada vocal. Casi basta con decir que desde 1803 (¡antes de la invasión de Napoleón!) hasta 1994 (¡madre mía, hace treinta años!), fue considerada una sola letra del alfabeto, a pesar de que estaba compuesta de dos, y fue así porque durante 190 años se tenía como suficiente la evidencia de que los dos caracteres, como sucedía con la elle, representaban un solo sonido (el de chino, por ejemplo, el de choza o el de hacha) y, por ende, la che era descrita como la cuarta letra del alfabeto español. A mí me parece más que suficiente ese argumento, pero a los actuales miembros de la Academia no les gusta... o por lo menos se han vuelto mayoría.

         Ciertamente, casi basta con eso, pero podemos ser más detallistas. La Ortografía de la Academia (2010) explica que a partir de la edición de 1992, una vez desalojadas de su habitación propia, las palabras comenzadas por che se ordenaron al final de la sección de la ce, después de las comenzadas por cu-: cháchara, por tanto, aparecía después que cuñado. Más tarde, el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, de 1994, decidió que, aunque debíamos seguir considerándola un dígrafo, a la hora de ordenar palabras ortográficamente sí debíamos separar la ce de la hache. De modo que para la vigésima segunda edición (2001), las palabras comenzadas por che aparecieron flanqueadas por las comenzadas por ce- y las comenzadas por ci-, o sea, primero cena, después chasquido, cheque, chinche, chocolate y chusma, y más tarde cisne; el pobre cuñado, que nueve años antes las precedía, quedó unas cuantas páginas más adelante. Las que contienen la che en su interior (como ocho o colcha) también tuvieron que moverse de lugar. Así están ahora.

         No es, empero, la primera vez en la historia que la che ha debido tragar grueso y aceptar los cambios que la historia de la lengua le ha impuesto. Ya en el pasado nuestros bisabuelos tuvieron también a escribir, prescindiendo de la che, palabras que, de niños, habían aprendido con ella. Por ejemplo, cristianismo, cronológico o crisol, que en la época del primer diccionario de la Academia, 1726-39, se escribían christianismo, chronologico y chrysol. Pero siéntense, que se van a caer para atrás: ¡canciller, querubín y coro se escribían chanciller, cherubín y choro! Aunque en lingüística no cabe clasificarlo más que como una señal de la evolución de la ortografía, este hecho equivale, en geografía, al despojo de una parte del territorio de un país. Los grupos de defensa de los derechos históricos y lexicográficos de la che (no es chiste: existen) no pierden oportunidad de señalarlo.

         A la che, después de tanto recorrido, sólo le faltaría que, a lo Flora Tristán, su marido le dispare en la calle para quitarle lo poquísimo que le queda, lo que hasta su propia familia le niega. En los últimos tiempos, mucha gente la llama en realidad “ce hache”, desatentos a su prolongada peregrinación por el alfabeto. Ya parece saña.


         Llego a mi hotel después de la cena y un breve paseo. Un paseo más minucioso lo daré pasado mañana, cuando vuelva a Mérida. En la recepción, como también estoy peregrinando en estas vacaciones, acabo de contratar un taxi para ir mañana temprano a Chiguará.

 

Mérida, 19 de abril del 2024

 

ariadnavoulgaris@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDLIX / 6 de mayo del 2024