Edgardo Malaver
Este bombillo en la estación de bomberos de
Livermore, Estados Unidos, ha estado encendido desde 1901. Qué performance |
La
película ¡Ay, Carmela! (1990), de Carlos Saura, basada en la obra de teatro homónima de José Sanchis Sinisterra,
cuenta la historia de Carmela y Paulino, comediantes que entretienen a las
tropas del bando republicano en la Guerra Civil Española que, por accidente, quedan
atrapados en la zona franquista. Cuando vi ¡Ay, Carmela!, seguramente
ese mismo año, además del placer de verla, no tuve ningún otro pensamiento…
hasta que oí a uno de mis profesores decirle a otro: “Qué performance el
de Carmen Maura”. Y desde entonces me atormenta esta palabra cada vez que debo expresar
este significado con una palabra española.
Estoy
pensando que la dificultad de traducir esta palabra proviene de su polisemia en
la lengua original, el inglés. Nada del otro mundo, porque todas las palabras
son así, pero existen también palabras como ésta, que se empecinan en
mimetizarse con otras de diversos campos. Performance, en su significado
profundo en inglés, transmite la idea de una acción que se lleva a cabo hasta
su último extremo, que queda perfectamente concluida cuando se le termina de
hacer. No es para menos, si está compuesto por el prefijo latino per-, ‘alrededor’
(como en pervertir, ‘darle vuelta a algo o alguien’) y la medieval raíz
francesa furnish, ‘proporcionar’, ‘completar’.
Sabido
esto, uno comprende que los hablantes del inglés tengan un performance tallado
a la medida para cada disciplina de la actividad humana. En educación (y en
muchas otras), el performance de un estudiante puede ser equivalente a rendimiento
o desempeño o evolución. En una empresa, un empleado puede tener un buen
o mal performance, así como pudiera tener una alta o baja eficiencia,
cumplimiento, resultados. En economía, una inversión que muestra un buen performance
es la que da buen rendimiento, rentabilidad e incluso comportamiento. El performance
de los contratos es en realidad su ejecución o comportamiento, pero pueden también
ser objeto de non-performance, que sería su incumplimiento. Un aparato,
por otro lado, tiene un adecuado performance cuando su funcionamiento
es bueno o da una adecuada prestación o tiene una larga vida útil.
En
otras actividades encontramos también la palabra performance en inglés,
donde en español sería ejercicio, realización, potencia, eficiencia,
intervención y unas cuantas opciones más. Entra aquí la frase favorita
de lingüistas y traductores: “Depende del contexto”. A veces depende de otras
cosas, como la presunción o la pereza del lingüista o del traductor, y quizá por
esta razón florece performance y oscurecen las demás.
Hay
un campo en el que la palabra performance se ha instalado a sus anchas y
es bien difícil perturbar su comodidad: las artes escénicas. Sin embargo,
también en el teatro es posible hablar de performance por medio de otras
palabras. Un performance es, según la Academia, una “actividad artística
que tiene como principio básico la improvisación y el contacto directo con el espectador”.
O sea, usted recita un monólogo en una plaza, baila una danza contemporánea una
estación de metro, ofrece una función de mímica en un parque, y ese, como pieza
individual, es un performance.
En
realidad, cualquier manifestación teatral y todo lo que involucra, el estilo,
la fuerza del trabajo que hace el actor, su talento para poner en actos y palabras
el texto, sus movimientos en la escena, la impresión que causa en el público, todo
esto puede llamarse performance. Sin embargo, en español hay más de una
palabra para decirlo: actuación, interpretación, función, presentación,
representación, acto, exhibición, recital, personificación,
e incluso espectáculo, simulación y número.
Todo
esto es lo que debieron hacer Carmela y sus compañeros, Paulino y Gustavete,
para sobrevivir cuando se vieron obligados a actuar para entretener al enemigo.
En la obra de Sanchis Sinisterra, la actriz hasta debe regresar de la muerte
para reanimar a su antiguo amante, que ya no encuentra sentido a la vida, al
teatro, a nada sin ella. Y la verdad es que, como decía aquel profesor, ¡qué performance!
emalaver@gmail.com
Año
VIII / N° CCCXLII / 1° de febrero del 2021
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