Angelina Jolie, embajadora
de ACNUR, se reunió en Lima con embajadores lingüísticos de Venezuela (foto: EFE) |
Cuando algún miembro de mi familia más
cercana empieza a decir: “Chico, sabes que estaba pensando…”, casi
inevitablemente otro de nosotros lo interrumpirá y añadirá: “Sano ejercicio,doctor”. Luego de algunas risas compartidas, el relato continúa sin problema.
Se ha convertido en un chiste familiar algo, que nos enseñó Les Luthiers en uno de los tantísimos
números de comedia (si no los conoce
vaya ahora mismo a Youtube y busque cualquiera de sus videos, le encantarán).
Al día siguiente la tía divertida llamará a cualquier sobrino a la cocina al
grito de “¡Rosendo, ¿te monto la arepa?!”, mientras que en la casa del vecino
parece que se va la luz y alguien le reclama a los “espíritus chocarreros”. Y
es que la intertextualidad cotidiana compite con la arepa por su puesto en la
mesa diaria.
Pareciera que encontramos en otros textos
esas palabras exactas para nuestro sentir y sin vacilar las usamos, seguros
además de que el otro entenderá nuestro mensaje. Cuando el interlocutor no
encuentra el referente original, ocurre la catástrofe. “¿Cómo no sabes cuáles
son los espíritus chocarreros? Tú como que nunca viste televisión”. Comprender
esa relación intertextual tiene mucho que ver con la cultura que manejan los
hablantes. Tiene que existir un punto de encuentro cultural, ya sea
contemporáneo o histórico, para que la relación fluya correctamente. Los
ejemplos que escogí para este artículo muestran ciertos puntos de conexión que
van más allá de las fronteras venezolanas. México, Argentina y Venezuela se
encuentran unidos intertextualmente en pequeños chistes en mi familia.
Sobre el tema del encuentro cultural.
¿Cómo se estarán manejando los tantísimos venezolanos en el extranjero con sus
referencias en la maleta? ¿Cuántas de estas referencias serán comprendidas por
el país de llegada? El poco tiempo que he pasado fuera del país he sentido cómo
mi vocabulario se parecía un poco al de Dora
la exploradora. Tratando de minimizar los malentendidos y mantener el canal
abierto. Pero, ¿y las referencias?
Será ya trabajo de los institutos de
lingüística, filología o cultura de cada país estudiar la influencia
intertextual de la diáspora venezolana en la literatura, en la cotidianidad y el
habla local. ¡Gracias a Dios la intertextualidad no es algo exclusivo de la
literatura! Tendríamos que buscarle un nombre nuevo a este hermoso e
interesante aspecto en la oralidad. Es curioso que estudiemos, casi como a
bichos raros, algo sin lo que no sabemos hablar.
isabelmercedes@gmail.com
Año VI / N° CCXXXI
/ 22 de octubre del 2018
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