Tras la tímida entrada en el área
grande del centrocampista Edgardo Malaver, el jugador decidió dar un pase filtrado, que recibí y me permitió continuar la jugada. Quizás si hubiese
continuado con su jugada individual y hubiese chutado a puerta, el equipo de Ritos de Ilación se hubiese puesto
arriba en el marcador, lo que nos pondría un paso más adelante en la
clasificación. Sin embargo, hizo una pequeña gambeta y dejó atrás a dos
jugadores, hasta que vio un hueco formado entre dos defensas, y, con fuerza, dio
un pase que me habilitaba ante la arquería. El público, que en un principio
parecía feroz, ahora animaba desde las gradas. Nuestra directora técnica, Laura
Jaramillo, dejaba seguir aquella extraordinaria jugada repentina, y seguía con
atención cada detalle técnico y táctico. Seguramente, más tarde se presente e
indique nuevas órdenes que estructuren mejor el juego y que lo llenen de
profesionalismo.
Al igual que la Marea Roja panameña,
nuestro equipo debuta este año en el Mundial Rusia 2018, con una innovación
temática que no se aleja de la lengua, sino que, con ella, acompaña la celebración
de esta fiesta mundialista.
Del
mismo modo en que cualquier territorio maneja un dialecto o idioma en particular,
el fútbol también sostiene un lenguaje específico. Como mencionó nuestra
directora técnica en su rito “El
fútbol como metáfora de guerra” (LXI, LXII y LXIII), el lenguaje deportivo, específicamente el
aplicado en el ámbito futbolístico, no solo se atiborra de metáforas relacionadas
con la guerra, sino que también incluye un sinfín de términos provenientes de
variados campos semánticos. De este modo, se puede decir que, de alguna manera, el argot futbolístico es una fusión de diferentes elementos
semánticos, que dan como resultado una estructura exclusiva.
No
basta con este hurto de términos, sino que, además, la jerga futbolera se
apodera también de los números, los cuales son tomados a la fuerza y les es
añadida una connotación completamente diferente a su valor real. De allí que lo
que para cualquier hablante de nuestra lengua parece ser un número común y
corriente, para los conocedores del fútbol denota a un jugador en concreto. En
este sentido, el número en cuestión cumple con el cargo de señalar una posición
determinada, y a la vez, estandariza las funciones y características del jugador
que ocupa ese espacio. En otras palabras, por tradición, los números de los
jugadores de fútbol se asocian con una posición específica en el campo de
juego. De allí que cuando se habla de un 9, no se refiere al número per se, sino al delantero principal del
equipo.
En
vista de esta nueva simbología, es preciso referirla a continuación con más
detalle, con el propósito de adecuarnos mejor al lenguaje del fútbol. En
principio, el portero titular del equipo siempre tiende a vestir la camiseta
con el número 1, por lo que, por tradición, se emplea dicho número para referir
tal ocupación. A su vez, los defensores generalmente llevan consigo los números
2 y 3, asignados al zaguero derecho e izquierdo, respectivamente. Entre ellos
yacen los jugadores con los números 5 y 6, quienes son, indistintamente,
defensores, solo que se sitúan un poco más adelantados que sus análogos. El
centro del campo es ocupado por los números 4 y 8. El número 4 tiende a ser el
mediocampista defensivo de contención, es decir, suele ser aquel que permanece
un poco más atrás durante los ataques. En cambio, el número 8 es el mediocampista
de ataque, quien estila conectar el juego entre el mediocampo y los atacantes.
Por otro lado, tenemos el número 11 y el número 7, quienes ocupan,
respectivamente, el lado izquierdo y derecho del campo contrario. Finalmente,
como se mencionó anteriormente, el número 9 es aquel reservado para el
delantero principal, quien acostumbra ser el más habilidoso de los atacantes; mientras
que el número 10, por tradición, es aquel que se antepone a este último y quien
juega como media punta.
Sin
embargo, esta sistematización numérica es estándar, por lo que cabe destacar
que los equipos son libres de asignar los números a sus jugadores como les
parezca, rompiendo con el esquema tradicional. Así pues, podemos ver jugadores
con el número 17 ocupando el puesto de 9, es decir, jugando como delantero.
También, es preciso remarcar que suele haber ciertas variaciones en cuanto a
las posiciones de estos números, dependiendo de la formación que se emplee.
Dicho
esto, dejo, sobre el campo de juego, el balón de las manifestaciones
lingüísticas que destacan en el vocabulario del fútbol, esperando por aquel jugador
que dé el pelotazo final, que ponga a la caprichosa entre las telarañas, al
equipo de Ritos en la final y al público
exasperado por más.
danielalejandro.alba@gmail.com
Año VI / N° CCXVI / 9 de julio del 2018
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