Dentro
del amplio sistema de la lengua, existe un conjunto de palabras que suelen
funcionar como una sola unidad de sentido, las cuales son conocidas como expresiones, o, como se hacen llamar en
lexicología, locuciones, las cuales,
en ciertas ocasiones, tergiversan sus significados con el de otras unidades
fraseológicas, debido a que en ellas la cohesión semántica carece de
transparencia. En otros términos, el significado de sus palabras es traslaticio
y, en gran parte de las situaciones, suele tratarse de figuras metafóricas.
No
ocurre lo mismo con las colocaciones, por ejemplo, otro tipo de unidad
fraseológica cuyo significado puede identificarse a través de la relación de
las palabras que la constituyen.
Volviendo
a las locuciones, básicamente, su significado se forja en el habla, es decir,
se construye a partir del uso que cada hablante hace de la lengua. Así pues,
como se mencionó anteriormente, en ciertos casos, los significados de estas
expresiones engañan y generan fluctuaciones en el sistema de la lengua, debido
a las similitudes entre sus estructuras. Este es el caso de las expresiones caído de la mata y caído del cielo, las cuales varían, únicamente, por la presencia de
un pequeño sustantivo. No obstante, esto ocasiona un cambio absoluto de
significado. Para muchos quizás podrían verse como frases equivalentes; sin
embargo, estas locuciones representan acciones completamente desiguales, aunque
ambas provienen de un proceso de metaforización. Dicho de otra manera, ambas
expresiones sustituyeron su significado real u originario por un sentido
figurativo; por lo que su significado pasó a ser connotativo, es decir,
adquirió un significado sugerido, añadido en el momento en el que se emplea,
por lo cual depende del contexto, de aquella situación que rodea la comunicación
y a sus participantes.
Retomando
de nuevo aquel ejemplo de las expresiones recién mencionadas, caído de la mata define a una persona
despistada, torpe o distraída. Es una expresión que se utiliza para indicar que
alguien no es astuto, e incluso, en ocasiones, para señalar a un individuo
aletargado. Mientras que, la frase caído
del cielo, es definida por el diccionario reverso como una expresión que
“indica que algo sucedió en el momento y lugar adecuado”. Vale decir que esta
unidad fraseológica proviene de aquellas filosofías y religiones que
promulgaban que en el cielo yacían aquellos personajes poderosos y divinos, de
quienes se obtenían dichas y fortunas. Desde entonces, esta expresión comenzó a
emplearse para señalar todo aquello que ocurría o se había obtenido por medio
de una intervención celestial.
Algo
similar ocurre entre las expresiones cruzar
el charco y cruzar los dedos,
metáforas que también comparten una estructura similar, pero difieren en sus
significados. La primera alude al viaje trasatlántico entre Europa y América,
la cual comenzó a ser empleada, originalmente, por los colonizadores europeos,
y, posteriormente, por los emigrantes, para referirse a la acción de cruzar el Océano
Atlántico para ir a América. Por otro lado, la frase cruzar los dedos es una unidad fraseológica que hace referencia a
una superstición, la cual representa un gesto que suele hacerse para atraer
buena suerte. Aunque también es empleada para desear suerte a alguien. De ahí
que surgieran frases como cruza los dedos
para darme suerte.
De
este tipo de fenómenos se encarga la fraseología, aquella ciencia que se dedica
al estudio de esas combinaciones de palabras de sintaxis total o parcialmente
fija, es decir, al estudio de aquellas unidades fraseológicas como las
colocaciones y locuciones, las cuales no solo llenan de singularidades
pintorescas al gran universo de la lengua, sino que incluso, manifiestan
aquellos rasgos distintivos de un dialecto de un país o región en particular.
Así pues, esa larga lista de expresiones no deja de embellecer esa habla
coloquial que reina por las calles de la ciudad, y que, a la vez, no deserta en
causar dudas y ambigüedades en aquel que desconoce el significado de esas
frases tan extravagantes y enigmáticas.
danielalejandro.alba@gmail.com
Año VI / N° CCIX / 21 de mayo del 2018
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