Edgardo Malaver Lárez
Es una cuestión de sentido común. Y/o,
y/u, e/o, e/u... u, o, y, e... ah... ¿U o e i...?
¿No es demasiada complicación, cuando, utilizando el sano sentido lógico, sería
tan sencillo?
Ya habrá visto usted algún letrero en algún
quiosco cerca de su casa que ofrezca “malta y/o refresco”, con lo cual el comerciante
debe tener la ilusión de que les expresa a sus posibles clientes que están en la
libertad de comprar, si lo desean, las dos cosas, pero que pueden, también, decidirse
por una sola de las dos opciones. Qué amable.
Los habitantes del mundo de la banca se
comportan a veces como si tuvieran resguardada en sus bóvedas la partida de nacimiento
de esta curiosa... ¿conjunción?, y es fácil imaginarse —aunque esto está por demostrarse—
que aparecerá en el custodiado documento el nombre de algún banquero conocido...
o de un gerente financiero... o de un abogado mercantil.
¿De dónde viene este constructo bicéfalo,
esta especie de vacilación conjuntiva, de disyuntiva doblemente bifurcada (puesto
que una de sus sendas es ya, por sí sola, una bifurcación)? Viéndola con cuidado
—con algo de cariño, como si deseáramos utilizarla seriamente—, la construcción
y/o es toda perplejidad y toda confusión. Más allá del quiosco y el banco,
si la palabra que la sigue es, por ejemplo, oscuro, ¿habrá que escribir “misterioso
y/u oscuro”? Y si sigue, por ejemplo, inmenso, ¿tendrá que ser “solitario
e/o inmenso”? Ya a esta corta distancia, pareciera que algo nos falta, que alguna
fibra de ella nos fuera extraña. Algo de esquemático tiene, que no es armonioso.
La revista Punto y Coma publicó en
1991 una nota sobre este fenómeno, que parece una orden de fusilamiento en su contra:
y/o. Un
«aviso» destinado a los traductores de la antigua división de traducción española
de Luxemburgo establecía «la abolición, salvo petición expresa del servicio interesado,
del uso de la expresión “y/o”, que deberá sustituirse siempre por “o”. La razón
de ello es que en español la conjunción “o” tiene ya de por sí carácter no excluyente
(la expresión “comer manzanas o peras” puede equivaler indistintamente a “comer
manzanas”, “comer peras” o “comer manzanas y peras”)». El rechazo de este esperpento
lingüístico no es nuevo ni exclusivo de los traductores españoles: nuestro compañero
Carlo Gracci (SdT B-7) publicó unas reflexiones sobre ese tema en el último número
de Aperture, la hoja de información de los traductores italianos, y el Diccionario
de dificultades del inglés de Torrents del Prats le dedica un artículo bastante
detallado en el que propone algunas soluciones (párr. 5).
Parece convincente; sin embargo, el Manual de estilo y normas editoriales
(2009) del Colegio de Sonora, México, lo es más:
y/o. La
expresión y/o es una fórmula inventada por los estadounidenses para economizar
palabras; indica la posibilidad de que suceda la situación A o la situación B, pero
sin escribir sendas oraciones. En español dicha expresión es innecesaria, y su uso
se presta a confusiones. Si en la lista de requisitos para un empleo se solicita
persona que sepa hablar francés y/o inglés, puede entenderse que hable uno
de los dos idiomas, en cuyo caso bastaría con decir: se solicita que el candidato
hable francés o inglés. En cambio, si se requiere a alguien que maneje los dos
idiomas, el anuncio podría decir: se solicita que el candidato hable inglés y
francés (Quiroz Trujillo, 2009, p. 51).
¿Inventada por los estadounidenses? Entonces,
funcionará en Estados Unidos (a lo sumo, en países de habla inglesa), y quién sabe
por qué; será lógico y natural en inglés, pero en español no funciona y no hace
falta. Ya está todo claro. Era de sentido común.
emalaver@gmail.com
Bibliografía
Punto y Coma (1991).
“Y/o”. Nº 4 (dic.). Disponible en http://ec.europa.eu/translation/bulletins/puntoycoma/04/pyc041.htm#y/o.
Quiroz Trujillo, Alma Celina (2009). Manual de
estilo y normas editoriales. Hermosillo, México: El Colegio de Sonora.
Año
II / Nº XII / 30 de junio del 2014
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