Edgardo Malaver Lárez
Juan de Castellanos en Nueva
Esparta, Venezuela
Conseguí
hace días un examen que había corregido hace meses sobre la diferenciación
entre el cuento y la novela. Con más precisión, les pedía a los estudiantes que
determinaran si un texto que les hice leer pertenecía a un género o al otro. Algunos
encontraron argumentos más sólidos que otros, muchos revisaron con atención el
material teórico que les ofrecí (y, para mi felicidad, encontraron otras
fuentes), todos dieron con respuestas acertadas. Hubo uno, sin embargo, que se
detuvo poco en el engañoso asunto de la extensión de los textos. Al tocar este
punto, el estudiante lo cerró rapidísimo afirmando que el texto es un cuento porque
las novelas suelen tener “hasta 300 páginas”. Con una ceja levantada, le escribo
en el examen: “¿Y Don Quijote? ¿Y Guerra y paz? ¿Y Fortunata y
Jacinta?”, limitándome, de pura memoria, a tres novelas que tienen fama de muy
extensas. No tengo la aspiración de que el estudiante me conteste, pero sí de que
le dé curiosidad resolver esa especie de confusión que tiene al respecto. Y de
ahí en adelante, que la curiosidad haga con él lo que le dé la gana, como ha
hecho conmigo. Y que haga más.
Entonces, como
quien no tiene nada más fructífero que hacer, me pongo a averiguar y calcular
la longitud precisa de estas y otras obras. Mi edición del libro de Cervantes,
contando 250 palabras por página, tiene 1.514 páginas; la del de Tolstói, 1.503,
y la de Pérez Galdós, 1.584. Con estas tres obras solamente, ¡ya sumamos 1.150.248
palabras!
Impresionado
por esta cifra y presa aún de la curiosidad, me da por investigar cuál puede
ser la novela más extensa de la que yo tenga noticia. No lo pensé, pero no era
difícil de pensarlo: En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, tiene
el récord Guinness de la novela más larga de la historia. Es tan larga que en
realidad son siete tomos, que Proust estuvo escribiendo desde 1908 hasta 1922.
Ella sola supera a las tres mencionadas antes con sus... ¡1.267.069 palabras,
equivalentes a 5.069 páginas!
La montaña
de datos que encuentro es inmensa, y me doy cuenta de que hay muy poco de
literario en estos cálculos y comparaciones, pero la curiosidad no me abandona
y, al fin y al cabo, este es el tipo de información que no hace daño conocer. Así
que escojo apenas uno que otro dato. Isaac Asimov y
J.K. Rowling, por ejemplo, con sus series de novelas más conocidas, Fundación
y Harry Potter, respectivamente, corren bastante parejos hacia el borde
del 1.200.000 palabras (o 4.700 páginas) cada uno. Mientras tanto, las Elegías
de varones ilustres de Indias, de Juan de Castellanos, de 1589, el poema
más extenso que se haya escrito en lengua española, con sus 113.609 versos y sus
795.263 palabras (me cuesta imaginar que un poema pueda ocupar... ¡3.182
páginas!) se disputa el puesto, nada menos, con la Biblia, que contiene, en las
versiones más breves, casi 774.000 palabras —y en este caso lo intrigante es
cómo puede tejerse en tan pocas páginas, menos de 3.100, la más rica proliferación
de géneros literarios que se pueda atribuir a libro alguno.
Por el
otro extremo de la cuerda, que olvidé mencionar a mi alumno, también busqué alguna
clasificación de las novelas más breves. En este caso me da gusto mencionar El
viejo y el mar, de Ernest Hemingway, que en español tiene 25.720 palabras,
es decir, 103 páginas; La perla, de John Steinbeck, que, con 23.092
palabras, apenas alcanza las 93 páginas, y la joya de las novelas breves: La
metamorfosis, de Franz Kafka, tan breve que no sobrepasa las 18.451 palabras
ni las 73 páginas.
En
cualquier momento puede uno verse en involucrado en un el debate de si estas
novelas no son más bien cuentos largos, y entonces —escuchen, mis estimados
estudiantes— lo que hay que hacer es escoger otro criterio para hacer esa
distinción.
Dije ya que
estos comentarios no son muy literarios, pero hay también un regocijo misterioso
en las estadísticas. Es un placer vecino al de leer, es como saborear un postre
sabiendo de qué está hecho. Y los libros se leen así, como quien se come un
milhojas, o un milpáginas en este contexto, saboreando más sus áreas más
dulces, masticando más las más crujientes, amasando con la lengua las más
suaves, engullendo con más lentitud la amalgama de todo lo que nos da: sabor y experiencia,
belleza y placer, inteligencia y sensibilidad.
emalaver@gmail.com
Año XII / N° CDLII / 18 de marzo del 2024
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