Claudia Contreras
Teresa, una
señorita cervantina que escribía porque era libre |
Don Quijote de la Mancha (1605-1615) e Ifigenia (1924) tienen más cosas en
común de lo que parece a primera vista. Aunque varios siglos de diferencia las
separan, ya que pertenecen a los movimientos literarios del Barroco y del Realismo, respectivamente, Don Quijote de la Mancha e Ifigenia
generaron un revuelo similar entre los lectores de sus épocas.
Miguel
de Cervantes (1547-1616) parodia las novelas
de caballerías, leídas y escritas ad
nauseam por aquella época, para dejarnos un mensaje claro: aunque no seamos
héroes, podemos marcar una diferencia a nuestro alrededor si tenemos la
convicción suficiente. Cervantes nos dio el Quijote para romper con el
estereotipo de caballero solemne, para que pudiéramos identificarnos con él, y
para humanizar personajes que antes eran unidimensionales. Don Quijote
no es completamente una cosa o la otra: ni cuerdo ni loco, ni cobarde ni
valiente, ni fuerte ni débil; lo que sí es, es humano. El Quijote
representa a todos aquellos que nos atrevemos a recorrer un sendero
persiguiendo nuestros sueños, sin importar cuán locos parezcamos.
Por
otra parte, Teresa de la Parra (1889-1936) nos muestra una
mirada a la realidad de las mujeres que vivieron a principios del siglo XX a
través de María Eugenia Alonso, una jovencita criada a la usanza europea, que tras
la muerte de sus padres queda en la ruina, por lo que se ve obligada a vivir en
Venezuela con sus familiares conservadores y a casarse con César Leal, a pesar
de que ello contradice sus deseos e ideales. Teresa de la Parra hace algo
similar a Cervantes, no heroíza a su protagonista: la humaniza, haciéndola
actuar como lo haría una mujer de aquella época. María Eugenia hace pocos
aspavientos, y aunque responde con hastío, acepta al final la realidad que le
toca vivir; y convierte su diario, donde plasma lo que piensa, en su único
escape. En Ifigenia vemos reflejada
una sociedad que engulle la individualidad, y hace contrapeso como obra a Don
Quijote porque muestra que no siempre podemos imponer nuestros ideales
sobre las convenciones sociales.
Exceptuando
sus diferencias, ambas historias tienen en común que exploran distendidamente
el mundo interno de sus personajes, y rompen así los estereotipos de la
literatura de sus respectivas épocas. Don
Quijote de la Mancha revirtió los clichés de la caballería y del heroísmo,
mientras que Ifigenia fue pionera en
enfocarse en la vida y deseos femeninos, en una época en la que a las mujeres
aún les faltaba probar su valía y pertenencia a la vida social y política.
Otro
punto en común que tienen ambas novelas es el tratamiento de la libertad como
tema. Llama especialmente la atención el personaje de la pastora Marcela en Don
Quijote, por lo innovadoras que resultan sus ideas, sorpresivamente
parecidas a las de María Eugenia de Ifigenia.
Marcela, al igual que le sucedía a María Eugenia con César Leal, no deseaba
corresponder el amor de Grisóstomo, puesto que proclamaba haber nacido libre y
su hermosura no era sinónimo de sumisión ante los deseos ajenos.
Sin
embargo, hay una clara diferencia entre la libertad de ellas dos. Según san
Agustín de Hipona (354-430), se puede “ser libre de” y “ser libre para” (Alonso
García, 2009, p. 193). La primera implica desligarse de condicionamientos, y la
segunda, disponer de sí mismo para la realización de los propios valores. La
pastora Marcela es “libre para”, ella persigue sus propios ideales y elige
estar sola, mientras que María Eugenia es “libre de”, ya que su crianza en
Europa la desligó de los convencionalismos que imperaban en la vida de sus
parientes de Caracas.
Y
según san Agustín, solo la “libertad para” es la libertad real que permite
alcanzar un bien mayor; tal vez es por eso que nadie en el Quijote logra
tener la superioridad moral para despojar a la pastora Marcela de la libertad
de vivir tranquila; mientras que a María Eugenia solo le basta pasar un tiempo
en Caracas para perder su “libertad de”, ya que su reticencia a adherirse a las
normas morales y sociales de Caracas la ablandan su abuela y su desdeñado
esposo, César Leal, con relativamente poco esfuerzo.
Ambos
personajes se relacionan, a pesar de pertenecer a épocas completamente
distantes, porque las ideas de la pastora Marcela se adelantaron a su época; y
porque María Eugenia se crio en París, donde había valores más modernos que los
de la sociedad caraqueña de la década de 1920. Sin las ideas revolucionarias de
Cervantes ni las propias experiencias de Teresa de la Parra en Europa, no habría sido posible que
ambas obras se encontraran en ese aspecto.
Ampliando
un poco lo anterior, podemos decir que el discurso de Marcela en el capítulo XIV de la primera parte
de la novela es innovador porque no se concebía en la época de Cervantes que
una mujer eligiera su pareja, ni que reivindicara su hermosura como un medio de
ejercer poder sobre los demás (aunque este no fuera el fin que ella
persiguiera), ni mucho menos, que esas ideas surgieran en una mujer con
relativamente poca instrucción formal.
El
discurso de María Eugenia Alonso resulta un poco menos impactante al
contextualizarlo en su época y sus experiencias de vida, ya que no era de
extrañar que una señorita culta, criada en los modernos valores europeos y en
unos tiempos en los que la mujer se estaba comenzando a despojar de sus roles
tradicionales, reflejara libertad en su conducta; sin embargo, el choque que
producen los ideales de María Eugenia con los de sus parientes caraqueños, y la
escandalizada reacción del lector venezolano a esos ideales, es suficiente
muestra de que en aquella época de la Venezuela gomecista, Europa estaba mucho
más adelantada socialmente, por lo que la novela de Teresa de la Parra aún
resulta innovadora en el contexto latinoamericano.
Para
concluir, ambas novelas marcaron un hito en sus respectivas épocas por traer
conceptos innovadores sobre la libertad y los derechos de las mujeres, y debido
a ello, ambas merecen ser tomadas como pioneras de sus movimientos literarios.
clau.hernandez.1015@gmail.com
Referencias
Alonso
García, A. (2009). “Libertad y gracia en san Agustín de
Hipona”. En González Ginocchio, D. “Metafísica y libertad”. Cuadernos de
Anuario Filosófico 214, 193-200.
Cervantes, M. de (1998). El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha. Centro Virtual Cervantes. Recuperado el 18 de
febrero de 2023, de
https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte1/cap14/cap14_02.htm.
De la Parra, T. (1982). Obra (Narrativa, ensayos, cartas). Biblioteca
Ayacucho.
López Navia, S.A. (2022, julio, 24). “La pastora
Marcela: una precursora del feminismo en el Quijote”. The Conversation. Recuperado el 18 de
febrero de 2023, de:
https://theconversation.com/amp/la-pastora-marcela-una-precursora-del-feminismo-en-el-quijote-187037.
Silva-Arenas, A.
(2022, marzo, 22). “Teresa de la Parra, una
literatura cargada de historia y feminismo”. Material Cultural. Recuperado el 18 de febrero de 2023, de:
https://www.materialcultural.com/teresa-de-la-parra-una-literatura-cargada-de-historia-y-feminismo/.
Año
XI / N° CDXIX / 1° de mayo del 2023
Excelente el discernimiento respecto a estas obra literarias, encontrando similitudes, entre ambas, que no había imaginado.Muy llamativo el concepto de libertad para las épocas en que fueron escritas....los términos "libertad de" y " libertad para" muy atinados.
ResponderBorrar¡Hola! Muchas gracias por su comentario, Anónimo. De hecho, según una investigación reciente que hice, también Pedro Calderón de la Barca tenía ideas agustinianas... Su obra "La vida es sueño", por ejemplo, se podría ver bajo el cristal de los términos de "libertad de" y "libertad para"... Nuevamente, ¡gracias por tomarse el tiempo de leerme, Anónimo!
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