lunes, 21 de diciembre de 2020

Si se opone la naturaleza... [CCCXXXV]

Edgardo Malaver



El terremoto de 1812 (1929), de Tito Salas



La semana pasada, investigando en el Archivo del Libertador para hablar de cómo sus frases más célebres han penetrado la lengua hablada en Venezuela, descubrí un par de cosas sobre algunas de ellas que vale la pena comentar.

La primera que se me presentó como problema fue una que yo siempre había sentido cargada de arrogancia y temeridad (como corresponde a un espíritu que, de no haber sido temerario, no habría logrado nada de lo que se propuso en su juventud). La imprecación “Si se opone la naturaleza, lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca”, que todos los venezolanos nos aprendemos de memoria en primaria (o nos aprendíamos cuando yo estudiaba primaria), tiene antes que nada el rasgo dudoso (que nunca se me había ocultado) de la oralidad. Es decir, cualquiera se da cuenta de que si es una idea lanzada al aire en las circunstancias en que se nos dijo siempre que fue emitida, no puede haber una certeza inapelable de que se haya dicho tal como se la entrecomilla. Ahora resulta que ciertamente no nos habían contado todo (o no lo habíamos averiguado).

El historiador Manuel Bermúdez, para comenzar, incluso niega en su libro Por qué no soy bolivariano (2006) que Bolívar haya pronunciado nunca semejante arenga. No es difícil imaginarse la situación (y la pintura de Tito Salas de 1929 ayuda bastante): tiembla la tierra en Caracas en marzo de 1812, menos de un año después de la declaración de la Independencia, y la gente corre desesperada, llora de miedo, todos buscan a sus seres queridos entre la multitud informe y entre los escombros, levantan los ojos al cielo, la confusión es grande; los religiosos, que se oponen al movimiento revolucionario, gritan por las calles que el terremoto es un castigo de Dios por oponerse al rey, muchos caen de rodillas al suelo y piden perdón. Y en medio de este escenario, ¿van a prestarle atención a este “loco que se creía Simón Bolívar” (Bermúdez, 2006, 34), que se encarama sobre unas piedras a gritarles que hay que luchar contra la naturaleza, que todos saben que es invencible?

Para tratar de aclararnos, vamos a ver, como recomienda Bermúdez, la fuente de donde viene la dichosa frase: el libro Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, de médico José Domingo Díaz, que, según unas voces, era amigo de Bolívar y otros revolucionarios antes de 1810 pero lo cierto y verificado es que negó su apoyo al movimiento desde el primer momento. Dice Díaz:


Todo fue obra de un instante. Allí vi como cuarenta personas, o hechas pedazos o prontas a expirar por los escombros. Volví a subirlas las ruinas, y jamás olvidaré este momento. En lo más elevado encontré a don Simón de Bolívar que en mangas de camisa trepaba por ellas para hacer el mismo examen. En su rostro estaba pintado el sumo terror o la suma desesperación. Me vio y me dirigió estas impías y extravagantes palabras: “Si se opone la naturaleza, lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca” (Díaz, 1829, 39).


¡Bolívar no se dirigía a la multitud desesperada! Se dirigía a una sola persona en un momento en que también él, el futuro Libertador, naturalmente, lucía asustado. Y lo hizo dentro del templo destruido por el sismo, no al aire libre, como hemos creído siempre. Sin embargo, Díaz no puede ser una fuente absolutamente confiable porque todo su libro, escrito y publicado en España, resuma un resentimiento ácido y recalcitrante contra todo aquel que en algún momento se hubiera mostrado a favor de la revolución.

     Hasta aquí, uno puede creer aclarado el asunto, pero hay aun quienes afirman, al leer el relato de Díaz (que es por quien conocemos la repetidísima frase), que en realidad Bolívar no deseaba contrariar a la naturaleza, que era como contrariar a Dios, sino a los realistas, o a sus partidarios, que en ese momento fueron quienes, no bien cesó el movimiento de tierra, comenzaron a utilizarlo para atacar la causa de la Independencia. Estos autores creen que la frase debe haber sido más bien: “Aunque se oponga la naturaleza, lucharemos contra ellos y haremos que nos obedezcan”. Ellos son los españoles, los monarquistas. Ciertamente, suena razonable que así lo expresara el impetuoso Bolívar, pero no hay documento que respalde estas afirmaciones. También parece razonable lo que reflexiona Bermúdez: que si Bolívar se hubiera puesto a arengar así a la gente en medio de aquella fatalidad, lo más probable es que lo lincharan. Además, nadie le habría puesto atención.

Mi conclusión es que José Domingo Díaz es medianamente creíble, no totalmente, pero lo importante aquí es que el apóstrofe de 1812 ha de pervivir en los labios de los venezolanos, aunque sea apenas como retórica, como metáfora de la persistencia, siempre que se encuentren ante un obstáculo, natural o no, que luzca suficientemente grande y tenaz como para complicar sus planes.


emalaver@gmail.com




Bermúdez, M (2006). Por qué no soy bolivariano. Caracas: Alfadil.

Díaz, J.D. (1829). Recuerdos sobre la rebelión de Caracas. Madrid: León Amarita.




Año VIII / N° CCCXXXV / 21 de diciembre del 2020




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