Pongo a mis alumnos a investigar sobre algunos
venezolanismos “en vías de extinción” y una de las muchachas del grupo se
interesa por la palabra coroto. El segundo
paso es “averiguarle la vida” a la palabra, utilizarla, encontrar textos en que
aparezca, explicarla, hacerle promoción. En pocas palabras, hay que “apadrinar”
un venezolanismo y, tal como se haría con un hijo adoptivo, acogerlo en casa:
“darle alimento, techo, vestido, educación y, lo más importante, cariño”.
Esta estudiante,
entonces, eligió coroto. Gran alegría
para mí porque es de los que más uso. En la primera clase en que tiene una
oportunidad, reporta un avance sobre su rastreo etimológico: como por arte de
magia, se ha tropezado con la historia de los cuadros de Camille Corot (1796-1875)
que tenía el general Antonio Guzmán Blanco (1829-99) en el palacio de gobierno.
Sea o no sea cierta esa versión, vamos bien: la estudiante está trabajando con
entusiasmo. El tema de Ritos esta
semana, sin embargo, aparece cuando la alumna habla de Guzmán Blanco. Lo llama
“expresidente Guzmán”. Y yo me detengo: ¿sí?, ¿de veras hay que referirse a un
tipo como Guzmán Blanco como expresidente?, ¿contará sólo el hecho de que en el
presente ya no lo sea?
Yo creo que no cuenta.
Lo regular, sí, es que un mandatario se convierte en expresidente cuando cesa
en sus funciones, y sigue siendo expresidente per secula seculorum, a menos que vuelva a serlo o que asuma otro
cargo y se le comience a llamar como corresponde al nuevo cargo, y luego se
convierta en exministro, exgobernador, etc. O que muera, ¿no? Me parece a mí —digo
yo, se me ocurre, así, como una idea loca, ya me dirán ustedes— que si se trata
de alguien que ya no vive, ya no tiene sentido utilizar el prefijo ex-. El uso de la palabra presidente, cuando todo el contexto
indica pasado remoto, no significa que estemos hablando el actual jefe del
gobierno.
Al hablar de Vargas, de
Monagas, de Gómez, uno dice presidente
porque habla de ellos en presente
histórico, esa maravilla de conjugación de los verbos en presente que,
siendo la misma de siempre, significa pasado y no presente. Por ejemplo, uno
dice “Andrés Bello vive en Londres hasta 1829”, y nadie se pregunta si esa es
la fecha del día de hoy. Y cuando hoy decimos que el tirano Aguirre entra en
Venezuela por el Orinoco, no pensamos que esté explotando petróleo con una
empresa rusa o china. No sé si el presente histórico pretende traer frente a
nosotros los acontecimientos del pasado o deseamos con él transportar a nuestro
interlocutor al día de los hechos. Qué bonita sería lograr esta segunda opción,
¿verdad?
A pesar de ello,
incluso si usamos el verbo en pretérito, nadie necesita que le aclaren que
Páez, Rojas Paúl y Betancourt ya no son presidentes. A ver: “La carretera fue
construida por Cipriano Castro, presidente de Venezuela entre 1899 y 1908”. No
cabe usar el prefijo porque hablamos de aquel momento, no del actual. Otro
ejemplo: “Los problemas que agobiaron a la población en los tiempos del
presidente Medina no han sido estudiados suficientemente”. Si hablamos del
momento en que el general Medina era presidente, no tiene mucho sentido que lo
llamemos expresidente porque en ese
momento no lo era. Meses después había que hacerlo, pero ahora no.
Aunque lo menos que
quiero es hablar de políticos y, mucho menos, de militares, pienso en aquellos
cuatro presidentes de Venezuela que murieron en ejercicio del cargo: Linares
Alcántara, Gómez, Delgado Chalbaud y Chávez. Es dudoso en este último caso, y
es el más reciente, pero aún así no tiene sentido llamarlos expresidentes.
Nunca lo fueron —esto también es muy discutible en el último caso—, pero si no
lo fueron en vida, ¿pueden serlo ahora?
Pero volvamos a lo
verdaderamente importante: la lengua. ¿Quién quiere, fuera de mi clase, apadrinar
un venezolanismo en vías de extinción? O colombianismo o mexicanismo o
uruguayismo, según prefiera cada quien. ¿Alguien quiere rescatar alguno del
olvido? ¿O simplemente hablar de él con cariño?
emalaver@gmail.com
Año VII / N°
CCLXVI / 1° de julio del 2019
El venezolanismo favorito de mis compañeros de oficina es "Cónchale"
ResponderBorrarGracias, María Andreína. 'Cónchale' parece ser un eufemismo. ¿Lo ves?
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