Luis Roberts
Los Tontons Macoutes, los paramilitares
de los Duvalier,
aterrorizaron Haití a partir de 1958
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Hace unos días un amigo tuiteó, o
retuiteó, no recuerdo, un tuit a la vez divertido y revelador, que decía:
“Twitter es un sitio donde alguien dice que es un asesino ‘multiple’ e
inmediatamente alguien le contesta que múltiple
lleva tilde”. Con esta introducción quiero decir que las líneas que siguen no
son una frivolización académica del sangriento y doloroso parto histórico que
vive Venezuela, nada más lejos de mi intención, la de alguien que vive con
tembloroso temor, pero con emocionada esperanza, el brusco golpe de timón que
un pueblo está dando a la Historia. Pero trabajador de la lengua al fin, y
enamorado de su herramienta, no puedo por menos que aprovechar para, con una
sonrisa, hacer ciertas observaciones, utilizando estos hechos más como excusa
que otra cosa.
Como tantos otros, supongo, sigo la
situación de la calle a través de Internet con la información que los medios
alternativos nos ofrecen. Jóvenes y valientes reporteros y reporteras,
jugándose hasta la vida en muchos casos, entre gases, tiros, carreras, etc.,
nos informan puntualmente de las tropelías y saña de unos personajes a los que
no les falta más que la cruz gamada en su uniforme para encontrar un símil
histórico de un ejército de ocupación y unos “tontons macoutes” que no necesitan
mayor identificación. Supongo también que estos reporteros son comunicadores
sociales, o están en vías de serlo, y aquí entro en materia, por lo que es más
preocupante, si cabe, el estado del uso del idioma en nuestro país, como ya
denunció hace años el maestro Rafael Cadenas.
Para mi entender existen al menos tres
factores concomitantes que nos permitan poder entender las causas de este pobre
estado: la falta de maestros acuciosos que corrijan los errores desde la
primera enseñanza y las aberraciones de los idiolectos populares, la falta de
lectura que enriquezca el léxico, y un prurito propio de las clases menos
favorecidas, social o culturalmente, de intentar elevar el registro por la
falta de confianza en sus propios recursos.
Aquí aprovecho para recordar a mi
admirada amiga, la profesora Yajaira Arcas, y su explicación del paso del pelo
al cabello en los barrios populares. Tal vez habría que añadir un cuarto
factor, a caballo entre el primero, los maestros, y el tercero, el registro, y
son los cuentos de camino, esos que siguen afirmando que las mayúsculas no
llevan tilde o que el quisiese es de
un registro inferior al quisiera.
Vemos con asombro, y no sólo en este colectivo, pues políticos y profesionales
varios no se libran de este estigma, la desaparición de verbos como mirar (¿por qué me ves?; porque no soy
ciego), oír (puse el despertador a
las 3 para escuchar unos tiros con gran deleite) poner (¿cuándo empezarán las gallinas a colocar huevos?), abrir (apertura la boca que no te
escucho); sustantivos como pelo
(¿cuándo iremos a la “cabellería”?), todo es un evento, ya no hay actos, hechos, accidentes, elecciones,
todo son eventos, las famosas palabras muletas, el daño irreparable que el
complejo de inferioridad ante el inglés, el papanatismo, nos está produciendo,
no sólo a nivel léxico, sino sintáctico, con un uso no idiomático, por ejemplo,
de la voz pasiva: “...unos guardias fueron quemados...”.
Y volviendo a nuestros reporteros, y
pasando de las muletas a las muletillas, produce una mezcla de hastío y risa la
repetición como un mantra de “lo que es” o “lo que sería”: “lo que es la calle
tal...”, “lo que sería la manifestación de hoy...”; el “a nivel”: “estamos a
nivel de la calle tal...”; el “como tal”: “los resultados de la represión como
tal...”.
Y como colofón y para terminar, pues
este es el objetivo de este escrito, transcribo algunas, unas pocas, de las
expresiones que tengo apuntadas para ilustrar este mensaje, o reflexión con más
sencillez: “Hicieron barricadas con troncos de árboles y otros utensilios”;
“nos activaron bombas...”; “le propinó una herida...”; “la resistencia y los
funcionarios enfrentan sus diferencias...”; “realizaron palabras...”; “nos
detonaron perdigones...”; “realizaron detonaciones...”; “accionaron con sus
armas...”; “algunas personas se realizan fotografías” (oído justo mientras
escribo); “están aperturando un canal...”; “pueden colocar detenidos en
cualquier momento”, y así hasta el aburrimiento. ¿Qué les parecería a estos
jóvenes reporteros si alguien, yo por ejemplo, dijera: “nos lanzaron bombas”,
“nos están disparando perdigones”, “le produjo una herida”, “dijeron palabras”,
“resistencia y policías se enfrentan”, “dispararon”, “se hacen fotos”, etc.
Muchachos, seguiremos oyendo sus crónicas
con el corazón en un puño, pero parafraseando a un santo que no viene a cuento,
podremos decir: “¡Oh, Dios, qué buenos reporteros si tuviesen un mejor
lenguaje!”.
luisroberts@gmail.com
Año V / N° CLXIV
/ 7 de agosto del 2017
Otros artículos de Luis
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Titivillus [CXLV], 27
mar. 2017
Hablemos como el pueblo [CL], 1° may. 2017
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