Laura
Jaramillo
“¿Usted ha visto una cucaracha muerta rodeada de hormigas?”. Formica prima, Francesco Redi, 1687 |
Hace algunos días, estuve viendo un
programa sobre medicina, y alguien le preguntaba al médico si era verdad que a
los niños recién nacidos no se les puede cortar el pelo porque se quedan mudos.
Luego de arrugar las caras, la mía y la del médico, y reír también, por
supuesto que la respuesta fue negativa.
Sin embargo, lo curioso de la anécdota
no fue la absurda pregunta, sino el comentario que hizo el médico, pues él se
imaginó que esa creencia, como muchas otras parecidas, era producto de
experiencias en las cuales se asocia una cosa con otra. Así es exactamente lo
que sucede con el lenguaje metafórico; asociamos dos situaciones, objetos o
personas, para crear las “metáforas de la vida cotidiana”[1].
Nuestra hermosa lengua no escapa de la
situación que actualmente vivimos; nosotros, los usuarios de la lengua,
asociamos las situaciones de la vida cotidiana con diferentes aspectos. Para
muestra, varios botoncitos.
Cuando llegamos tarde a la repartición
de números (ustedes sabrán pa qué), hacemos una asociación hípica, pues llegamos
detrás de la ambulancia. Y si se nos ocurre quedarnos dormidos, entonces la
cosa es que nos quedamos en el aparato.
Cuando estamos cansados y queremos
retirarnos de alguna situación o lugar, hacemos asociaciones boxísticas, pues tiramos
la toalla, y más si el camión imaginario (porque estoy convencida de que es
imaginario) nunca llegó.
Las colas se hacen por turnos, es
decir, es una especie de carrera de relevos, porque primero se va el papá, a
las pocas horas, se va la mamá para que el señor se vaya a descansar, y así
sucesivamente, o sea, se pasan olímpicamente el testigo.
Esta última asociación que les daré es
cortesía de un vecinito de apenas 12 años, que me preguntó si alguna vez he
visto una cucaracha muerta rodeada de hormigas. Yo le respondí que sí. Entonces
me dijo que los de la cola son las hormigas y el insecto rastrero es el camión.
¿Qué otras tantas cosas se imaginará este aprendiz de lingüista?
De alguna manera, y sin llegar a ser
absurdas, estas asociaciones son el reflejo de nuestras vivencias y son las que
nos sirven para expresar bien clarito lo que sentimos y pensamos. Como dirían
los hermanos maracuchos: ¡Vergación, qué molleja de metáfora!
laurajaramilloreal@yahoo.com
Año IV / N° CXXXII / 21 de noviembre del
2016
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