Sérvulo Uzcátegui
Gómez
Baralt en el centro de su plaza
en Maracaibo
(foto
del autor, 1983) |
Cuando quien escribe estas líneas, por
alguna diligencia de mayor o menor importancia, debe dirigirse al centro, el
casco histórico de la ciudad de Maracaibo, suele ocurrir que tenga que pasar
frente a la estatua de Rafael María Baralt, en la plaza homónima, frente a la
capilla que aquí llaman «del convento». Allí está esa estatua, de cuerpo entero
de pie en bronce, desde 1888; la pequeña ciudad de entonces, todavía de
carácter insular, a toda una vida de distancia del puente que la uniría con el
resto del país, se la dedicó a uno de sus más excelsos hombres de letras, quien fuera escritor, periodista,
filólogo, crítico y poeta; pareciera que observa a quien pasa frente a ella bajo el inclemente sol,
y aún así pasa completamente inadvertida, en medio del deterioro, la basura por
todos lados y la procaz rutina del día a día maracaibero.
Que este humilde servidor ya no diga
(como todavía mucha gente en el entorno inmediato sigue haciéndolo hasta el día
de hoy) que el Baralt de bronce pasa desapercibido,
es algo que le deberá y agradecerá por siempre al Baralt de carne, hueso y
pluma ilustre, y a su diccionario de galicismos.
El Diccionario
de galicismos de Rafael María Baralt, publicado originalmente en 1851 y
luego muchas otras veces (p. ej. por la Universidad del Zulia en 1963) sigue
siendo (por lo que puede extraerse de una indagación en Google y Wikipedia)
obra de referencia de primera mano para quien busca cultivar una expresión en
español (al menos por escrito) con propiedad, dando a preposiciones, adverbios,
verbos y frases un uso castizo, alejado del calco de su uso correspondiente en
francés, práctica muy en boga en tiempos de Baralt y que alcanza hasta nuestros
días.
A propósito de desapercibido
escribió Baralt:
DESAPERCIBIDO, DA
Pasar
desapercibido (una
verdad, una persona, un suceso, etc.) es hoy un barbarismo tan generalizado que
excuso poner ejemplos de él, pues dondequiera se encuentran a montones.
Con ser muy generalizados los galicismos que hoy se
cometen, hallo que ninguno lo es tanto como este disparatadísimo pasar desapercibido: locución que en
todo rigor significa en castellano pasar
alguno desprevenido, desprovisto de lo necesario para alguna cosa; y no,
como quieren los galiparlistas, pasar no
visto, no advertido, inadvertido, ignorado, según los casos.
Téngase y considérese, pues, como delito grave contra
la lengua; y arguya supina ignorancia en quien lo use (pág. 265, edición de la Universidad del Zulia).
Por supuesto que un comentario así, más de ciento cincuenta años después
de su primera publicación, se presta para polémica,
puede reprochársele
ser anticuado
y demasiado exigente.
Pero hay
que tener en cuenta que Baralt era un purista, consciente de la función del
lenguaje como constructor de la realidad y portador de la cultura nacional, y
por lo tanto desconfiado ante la entrada gratuita, excesivamente generosa de
expresiones extranjeras en la lengua nativa.
Es de temer que cualquiera que se exprese en esos términos, más o menos correctamente, cosechará crítica en nuestra época, como la cosechó Baralt en
la suya. Pero no pasará inadvertido, como no lo hará Baralt para quien,
obligado a caminar bajo el inclemente sol del mediodía por el casco histórico
de Maracaibo y a pasar frente a su estatua, es consciente de la función del
lenguaje y se siente corresponsable de su integridad y su preservación.
Y una cosa definitivamente
no hará Baralt: ¡pasar desapercibido!
servuzcg@yahoo.es
Año IV / N° CXXX
/ 7 de noviembre del 2016
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