Daniel Avilán
Perro-lobo de Checoslovaquia, producto
de un experimento
científico de 1955 |
Entre
las cosas menos lógicas que puede haber en la vida está el lenguaje; más bien,
me atrevo a decir que la ilógica existe gracias al lenguaje, que es la fuente
de nuestra realidad y nuestras fantasías.
En esta
oportunidad espero exponer con cierta claridad una de esas paradojas que, lejos
de ser fastidiosa como algunas, me resulta, como otras, divertida y hasta una
de las razones por las que amo mi lengua.
Se trata
del diminutivo de/para intensidad, que al contrario de lo que muchos
pensarían, no disminuye la intensidad sino que la aumenta. Muy interesante,
¿no? Me hace recordar el cuento del perro-lobo (que no contaré aquí por espacio
y adecuación contextual). ¿Cómo puede una partícula reunir dos principios que
son contrarios por definición? Pues, esto es ciencia, pero no física cuántica.
Veamos
algunos ejemplos que nos hacen sentir en familia:
¡Te comes todita la comida!
Siga derechito por esta calle.
Otros
idiomas cuentan con otros recursos para expresar la intensidad. En francés, que
ha sido mi dulce pesadilla, se utiliza el adverbio tout; en inglés está quite,
entre otros.
Otros
idiomas vecinitos como el gallego y el portugués hacen un uso parecido. Por
ejemplo, en gallego muchas gracias se dice graziñas.
La
respuesta que la ciencia le da a este fenómeno es la siguiente: “La lengua es
arbitraria”. Sí, la razón de ser de dicha paradoja se pierde en nuestra
memoria, mucho antes de que hubiéramos podido escribirla.
¡Hasta
lueguito!
daniel.avilan@gmail.com
Año IV / N° CXI / 6 de junio del 2016
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