Edgardo Malaver
Son
los nombres más famosos y frecuentes de la cristiandad. Y toda su fama se
inició con un acto de fe: el de María, que confió en que aquella voz que oyó un
día, que le dijo que iba a tener un hijo aun siendo virgen, le daba un mensaje de
Dios. Toda la historia de Occidente y de parte de Oriente se pobló a partir de
entonces de la historia de estos tres personajes, de sus vidas, de sus palabras
y, literalmente, también de sus milagros...
Parece
que no fue Jesucristo el primero que se llamó Jesús: hay quienes arguyen que,
por ejemplo, Barrabás se llamaba también así y que esa coincidencia permitió a los
sacerdotes judíos confundir al pueblo cuando Pilato preguntó a quién liberar. Del
Iesoûs que utilizaron los evangelistas hasta
el Jesús de hoy, aunque las alteraciones
no luzcan significativas, ha sucedido de todo en todas las áreas; también en
las lenguas que han aparecido después de Cristo, pero todo parece haber
transcurrido en un decir Jesús. La abundancia de significados, metáforas y
resonancias de este nombre cubre de tal modo la vida cotidiana, que en algunos países
se recurre a él para desearle salud al que estornuda. Pero si leyéramos a Fray
Luis con más entusiasmo, tendríamos más opciones, puesto que, según él, el
“Hijo del Hombre” también se llama Pimpollo,
Camino, Pastor, Príncipe de Paz, Esposo, Cordero, Amado e incluso,
después de todo, Jesús. ¡Por los
clavos de Cristo!
María,
su madre, tiene un lugar privilegiado en el cariño de los creyentes, y su nombre,
el más invocado por las madres que piden protección espiritual para sus hijos
en peligro, tiene tantas variantes, que las letanías son, ni más ni menos, eso:
otros nombres de la Virgen, imágenes de lo que representa para los fieles. Las
mujeres de la actualidad llamadas Miriam —probablemente la forma más antigua
del nombre—, Mariana, Mariela, Marilyn, en el fondo, tienen en común más de lo
que creen con la madre de Jesús. Durante un tiempo, antes de la Edad Media, se
le consideró demasiado sagrado para bautizar con él a las cristianas; sin
embargo, en España, el año pasado, sólo Lucía fue más frecuente en los
registros de nacimientos de niñas. ¡Ave María!
El
acto de fe de José, que también oyó una voz que venía del cielo, fue el que dio
lugar a la familia que educó a Jesús. Y hoy, Aquiles Nazoa ahora canta cada diciembre:
“Pues tiembla la Virgen bella / él se quita en el camino / su paltocito de lino
/ para ofrecérselo a ella”, y uno se lo imagina siempre en actitud de ángel custodio,
de padre cuidadoso, de esposo protector. En Venezuela, la toponimia ha sido generosa con él:
San José de Areocuar, Sucre; San José, Caracas; San José de Barlovento y San
José de Río Chico, Miranda; San José de Guaribe, Guárico; San José del Sur, Mérida.
José es el nombre de varón más común en Venezuela.
El
‘Salvador’, la ‘Doncella’ y el ‘Humilde’. En dos mil años de historia, estos
tres nombres se han combinado entre sí y con casi todos los demás nombres cristianos,
judíos y de otras culturas, e incluso han adquirido la facultad de ser femeninos
o masculinos, según se requiera. Tenemos Jesús María, Jesús José, María [de] Jesús,
María José, José María, José [de] Jesús. Y si usted cree que el cantante
mexicano José José ha llegado a un extremo al repetirse el nombre, échele un
vistazo a la partida de bautismo de don Andrés Bello, para que descubra su nombre
completo: Andrés de Jesús María y José. Todo un acto de fe.
emalaver@gmail.com
Año III / Nº LXXXVII / 21 de diciembre del 2015
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