Daniel Avilán
Para aquellos
que hemos estudiado francés siempre ha resultado muy chocante que existan en ese
idioma cosas que no existen en español y que, además, en alguna altura de la vida,
estas cosas nos resulten hasta necesarias en nuestra lengua. Entre todas esas cosas
que me hacen falta en español está el pronombre y de lugar del francés, que
reemplaza, entre otras cosas, los complementos circunstanciales de lugar como referencia
anafórica, por lo general.
En una conversación
en francés, por poner un ejemplo común, en la que hablemos de Venezuela, este sustantivo
podría convertirse más adelante en el discurso en y, cuando cumpla función
de complemento circunstancial de lugar, eg. Le Venezuela, j’y habite dès que
j’y suis né. Pero en español se hace difícil retomar el mismo referente de la
misma manera: Venezuela, yo vivo (ahí, aquí, allá...) desde que nací (ahí, aquí,
allá...). Con toda certeza, existen en español varios elementos deícticos que cumplen
funciones similares, pero, no en forma de pronombre, por lo que se ve en el ejemplo,
al menos no que yo recuerde.
Un día que
me topé con un poema de Gonzalo de Berceo (Los milagros de nuestra Señora)
noté este verso: “Avién y grand abondo de buenas arboledas” y me di cuenta, tal
vez por mi ojo demasiado buscón, de que estaba ahí, en ocurrencia con el verbo aver
de existencia, un pronombre y de lugar. No lo podía creer, pero estaba ahí:
aver como avoir; entonces me resultó lógico: avoir en tercera
persona del singular en presente del indicativo es il a, pero para existencia
está il y a, justo como en español haber (o aver para Berceo)
en tercera persona del singular en presente del indicativo es (él o ella o eso)
ha, y para existencia está el pronombre y, que no pudo desaparecer
por cosas de lógica lingüística, tal vez. Así, en español tenemos hay que
en francés es il y a.
Como con
la lengua no debe uno dejar de ser curioso, y como yo soy además hasta obsesivo,
me puse a buscar de manera poco seria y sin método alguno, ocurrencias del mismo
pronombre en español donde se expresara existencia y encontré esto: estoy,
soy, voy, doy, curiosamente todas en la primera persona del
singular yo y en presente del indicativo.
Esto me hace
pensar en la profundidad con la que nuestra lógica morfosintáctica española (castellana
acaso) expresa una manera particular de entender la existencia: estrechamente ligada
con el espacio; el único espacio del que se tiene certeza, deícticamente hablando,
el mío, el de la primera persona, en torno a la que todo el universo lingüístico
gira.
Si la lengua
materna de Heidegger hubiera sido el español, su estudio sobre Ser y tiempo
no habría sido el mismo.
daniel.avilan@gmail.com
Año II / Nº XLV / 23 de febrero del 2015
EDICIÓN DEL SEGUNDO ANIVERSARIO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario